ESPECIALES
• Este 23 de abril se conmemora el cuarto centenario de su deceso
Hay seres humanos destinados a la inmortalidad. Este es el privilegio que la historia le asignó a Miguel de Cervantes Saavedra, al haber sido signado por una especie de toque divino para escribir el libro El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Probablemente, ni él supuso que estaba dando vida a un personaje destinado a tener vigencia durante los tiempos de los tiempos. Es decir, por la eternidad.
Pues, ocurre que todos los habitantes del planeta, mujeres y hombres, en su enfrentamiento con los rigores de la existencia, se revisten del espíritu quijotesco para superarlos y hacer que ellos sean, al mismo tiempo, una forma intuitiva de recurrir al ingenio de manera de salir airosos de los tramos difíciles de la vida.
De esta manera, Cervantes supo reflejar en Don Quijote la cualidad más dignificante que tienen los seres humanos para lidiar con las asperezas de la vida, sin perder el buen ánimo y mucho menos el humor con el que emerge de lo mejor de sus entrañas para seguirle sonriendo a la existencia, aunque con sencillez, casi imperceptiblemente, sin hacer alardes, sino más bien dándole toda la naturalidad con la que pueden exteriorizar su comportamiento.
Cervantes, volvamos a decir, como elegido por el hado milagroso, escribió su obra con un lenguaje pleno de luces, hallazgos y ocurrencia. Sin duda, solo dándole brillo a su talento, le dio al castellano una magnificencia de expresiones y recursos que lo han convertido nada menos que en un lenguaje renovado, enriquecido y diverso, a tal punto que sobre las bases de sus dichos se han escrito nada menos que nuevas versiones del idioma.
El 23 de este mes se conmemorará el IV centenario del fallecimiento de Cervantes. No tendría que pasar desapercibido, por lo menos a los que tienen como idioma propio al castellano, de lo que a no dudar deben sentirse orgullosos, pues es uno de los idioma que más personas hablan en la población mundial, colocándose en los rangos del inglés y del mandarín chino.
Aparte, Cervantes le dotó a su lenguaje de innovaciones y versatilidad tan originales que le confirió los impulsos suficientes para otorgarle mayor vitalidad. En los labios de Don Quijote puso un lenguaje de excepcional calidad en cuanto a formas de exteriorizar los sentimientos y, en particular, los matices más floridos de la ingeniosidad, entre chispeantes improvisaciones y creaciones que nadie puede olvidar, después de haber tenido el goce de leerlos.
Excepcionalmente, Cervantes no solo tuvo dedicación a la literatura, lo que impresiona y causa admiración es que haya sido un creador de una estirpe excelsa, reservada solo para los más selectos. Fue, además, un guerrero, por lo que en combate perdió un brazo, lo que dio lugar a que se le identificara también como al “Manco de Lepanto”.
La fortuna nunca le sonrió, peor todavía, vivió entre múltiples limitaciones que le indujeron a contraer créditos, incluso en los almacenes en que compraba el alimento más elemental, como es el pan. Y, como no tenía para pagar las obligaciones que contraía, tuvo que sufrir las penalidades de los encarcelamientos.
Seguramente, con el ánimo de salir de los aprietos económicos que amargaban su existencia, pidió que se le nombrara Corregidor de La Paz, cuando estaba aún vigente el régimen colonial de España en estas tierras. Deplorablemente no fue atendida su solicitud.
Pese a ese despropósito burocrático, los paceños deben consagrarlo como tal, en lo más íntimo de su devoción por un personaje extraordinario de la literatura mundial. De ahí que por siempre La Paz lo tendrá honrosamente como a su eminente “Corregidor”.
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