Chile, desde siempre, ha expresado ser “fiel cumplidor de los compromisos que contrae”. Para ver que no hubo sinceridad en lo dicho, baste señalar el caso de las minas antipersonales colocadas a lo largo de la frontera con Bolivia. “Según datos históricos, en las zonas fronterizas con Perú y Bolivia, Chile sembró entre 1974 y 1975 más de 54 mil minas antipersonales como parte de su estrategia defensiva ante posibles conflictos armados” (Inf. EL DIARIO 3/03/16).
El Tratado de Otawa, puesto en vigencia por Naciones Unidas el 1 de marzo de 1999 establece, clara y terminantemente, “la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales y sobre su destrucción, es un tratado internacional de desarme…”. Muchas veces, los gobiernos chilenos han reiterado compromisos para desminar la frontera, pero seguramente debido a la presión que ejercen sus fuerzas armadas sobre el Gobierno, no se ha cumplido lo prometido.
Naciones Unidas, conforme a la Declaración de Otawa, ha sugerido la urgencia de desminar todo territorio que implique peligro para la población y, además, ha recordado que el sembrado de minas implica incumplimiento a principios de humanidad y respeto a los derechos humanos. La mayoría de las minas sembradas se hizo durante el régimen dictatorial del Gral. Augusto Pinochet, labor que se cumplió para “evitar la fuga por las fronteras de sus enemigos políticos y, además, para preservar al suelo chileno de posibles incursiones extranjeras”. Como todo dictador, el general chileno temía la acción de sus “posibles enemigos políticos” y, además, no tenía tranquilidad por la supuesta posible invasión extranjera, extremos que Chile estaba muy lejos de sufrir.
El desminado de las fronteras, conforme a compromisos formulados por gobiernos de Chile, debe producirse en el menor tiempo porque es un peligro muy serio no sólo para los bolivianos sino para los propios grupos militares chilenos que permanentemente realizan labor de vigilancia en la frontera. Es una necesidad imperiosa porque se debe cumplir compromisos internacionales para hacer honor a la propia palabra formulada voluntariamente por Chile.
Los temores que abrigó en su momento el Gral. Augusto Pinochet no tenían justificativo alguno puesto que sus “enemigos políticos” tenían conciencia de la imposibilidad de huir por tierra debido a los estrictos controles de los militares. Por otra parte, ni Argentina, ni Perú ni Bolivia, países que comparten fronteras con Chile, no han mostrado ni lo hacen en las últimas décadas, intención alguna de “invadir territorio chileno” porque los tres países son conscientes de que los conflictos armados no deben producirse más y que para dilucidar cualquier problema están los caminos del diálogo y la concordia.
Chile, si realmente tiene la intención de cumplir sus compromisos, debería proceder a desminar la frontera con Bolivia; lo contrario será demostración de mantener relaciones tensas a cualquier costo.
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