Qué tiempos aquellos. El vendaval democrático latinoamericano, que tuvo su mayor impacto en la década del 80 del siglo pasado, arrasó a su paso con todo lo que significaba dictadura, o retroceso político, digitada por fuerzas extrañas.
Entonces los desafíos que la democracia tenía al frente fueron muchos y diversos. Los problemas económicos y sociales estuvieron en su agenda. No fue tarea fácil emprender acciones inmediatas porque aún existían aprestos o amenazas antidemocráticas.
En este marco ella ha pretendido, pese a los escollos coyunturales, construir un sistema de libertades, donde haya, prioritariamente, mayor consideración y respeto a la dignidad humana, en sintonía con el pluralismo político. Donde las libertades no sean vulneradas como en los tiempos de la barbarie, superados tras muchos años de resistencia popular.
En consecuencia, unos, gobiernos legítimamente constituidos y avalados por la ley de leyes, con jurisdicción en la patria de José de San Martín, se identificaron como intérpretes de “la legalidad y la vida, contra la arbitrariedad y la muerte”. Promovieron el “Pacto Social”, pero que, lamentablemente, no cumplió con su objetivo, en una incipiente democracia. Pues se desgastó por inoperante.
Otros, luego de haber superado la tenebrosa noche de la dictadura que se impuso por más de 15 años, tropezaron con fosas colectivas, que pusieron en debate el tema de los derechos humanos. “La Comisión Chilena de los Derechos Humanos computó al término de la dictadura un saldo de 15 mil asesinatos, más de 2.200 detenidos – desaparecidos, 164 mil exiliados y 155 mil presos en campos de concentración y cárceles del país”, se informó.
Algunos, en el interior de la nación vecina más grande y con mayor población, se dieron a la tarea de legalizar a los partidos comunistas, excluidos por las dictaduras. Y por consiguiente perseguidos y desterrados sus dirigentes. De esa medida gubernamental, asumida en democracia, se beneficiaron también las organizaciones de izquierda, proscritas desde 20 a 40 años.
Y en la tierra de la Haya de la Torre, Mariátegui, Vargas Llosa y otros, se devolvió, tras el retorno de la democracia, a sus antiguos propietarios los periódicos expropiados durante regímenes militares.
Y acá, donde se honra el apellido del Libertador Bolívar, tuvimos que resignarnos con una democracia cargada de problemas políticos, económicos y sociales, que provocaron el acortamiento del mandato constitucional del líder udepista.
Esta imagen ofrecía la democracia recuperada en los años 80, del siglo pasado, y que buscaba afianzarse. Desgraciadamente no cesaban las insinuaciones golpistas acá y allí. Entonces sus partidarios vivían sobre ascuas y en permanente zozobra. Traumados con las notas marciales que siempre anunciaron el preludio de gobiernos castrenses.
En suma: hoy ella, desafortunadamente, adolece de ciertas falencias, que merecen cuidado y una adecuada reorientación, al servicio de las generaciones que vienen.
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