En Carta Pastoral emitida por los obispos de Bolivia, la Iglesia Católica muestra las diferentes facetas que tiene el narcotráfico en contra de la humanidad; muestra, claramente, que la acción de las drogas no solamente afecta a la salud de las personas sino a la vida institucional, a la economía, a los derechos humanos, a la política y a las relaciones entre todos los componentes de la sociedad.
Es clara, honesta, constructiva y sincera la posición de los obispos y así no agrade el contenido de la Pastoral, hay que reconocer que es una ayuda muy grande para las propias autoridades porque los obispos buscan que las labores de interdicción y lucha contra el mal de las drogas sea más efectiva, que quienes están encargados de destruir el letal negocio del narcotráfico lo hagan sin comprometerse en su expansión, comercialización y consumo; que todos contribuyan a combatir un mal que daña la salud corporal, la moral y la economía de la población.
Muestra la Pastoral cuatro facetas de la acción del narcotráfico: “Ser productor nos muestra como uno de los principales eslabones de la cadena del narcotráfico”; “ser país de tránsito habla muy mal de la capacidad de interdicción e incluso puede ser interpretado como complicidad de nuestras instituciones”; “ser país consumidor es causa de graves problemas relacionados con la violencia, la salud, la corrupción y el abandono de los valores culturales”; “el narcotráfico es medio de hacer dinero por medios que atentan contra la vida humana”.
Muestra a quienes están inmersos en el narcotráfico que “tengan coherencia con su condición de personas humanas” porque la Iglesia, como propaladora de las Escrituras y de los Evangelios, muestra la urgencia de que todos los hombres, tengan la cultura, la capacidad política, económica, social o religiosa, deben tener conductas acordes con virtudes que se hagan valores y principios para rechazar todo aquello que complota contra la vida moral y corporal del ser humano. Para la Iglesia, desde siempre, no puede haber vigencia de valores si la conducta de cada uno de los seres humanos no hace de esos valores práctica permanente desterrando todo lo que complote contra la dignidad y la salud, contra el bien común y contra todo lo que implica defensa de los derechos que cada hombre posee.
El narcotráfico es veneno letal por excelencia, su accionar corrompe y destruye todo a su paso; ha causado más mortandad y daños de toda naturaleza que todas las guerras; es portador de los males más atroces que sufre la humanidad. Su anulación total debe ser labor de todos sin distinción y, por más esfuerzos que se realicen, no son suficientes para impedir su expansión. La Iglesia no puede mostrar pruebas que están en todas las esferas de la vida de la humanidad. La Iglesia Católica, conjuntamente todas las creencias religiosas, condena al narcotráfico y busca que su accionar no siga destruyendo y, para ello, exige que el ser humano actúe en concordancia con la vida plena y alejada de los peligros que siembran las drogas en todas sus formas de expansión.
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