Clepsidra
Mientras en La Habana la gerontocracia castrista celebraba el VII congreso del partido comunista con el mejor estilo norcoreano, en un acontecimiento similar a la piñata de cumpleaños de un dinosaurio, en Brasil la Cámara de Diputados determinaba el “impeachment” o alejamiento de la presidenta Dilma Rousseff, de su alta investidura.
Dicho acontecimiento, aprobado por una abrumadora mayoría, habría pasado desapercibido de no producirse en la cuna del Foro de Sao Paulo, la entelequia creada por Luiz Inácio Lula da Silva y Fidel Castro, para subvenir los gastos que precisaba Cuba, después de haber sido abandonada por la Unión Soviética tras la caída del muro de Berlín, y que dio paso a los regímenes “socialistas” que gobernaron por más de 15 años, gran parte de países de nuestra América Latina. Empero, para afrontar ese solidario esfuerzo fue requerida una multimillonaria utilización de fondos, provenientes de la corrupción y el latrocinio, que llevaron a una virtual quiebra a países como Venezuela, Brasil y Argentina.
En medio de esta crisis, e imitando la astucia boliviana para evitar el juicio, Dilma trató de nombrar ministro de la presidencia a su mentor Lula, con los suficientes poderes e inmunidad que afiancen su gestión, empero la movida fue considerada por el poder judicial, aún autónomo por suerte, como un intento de obstruir la justicia, una gravísima falta que decretó su caída.
Extrapolando este acontecimiento a nuestra realidad política, es lógico pensar que en nuestro gobierno reine una justificada inquietud, porque la presidenta del Brasil sea apartada de su cargo, ya que permanece latente la eventualidad de que las investigaciones por corrupción que sean abiertas en el Brasil, por parte de las autoridades que sustituyan a la Rousseff, descubran los movimientos económicos irregulares entre Petrobras y los grandes empresarios brasileños que ya guardan detención, y sus contactos en Brasilia y La Paz.
Recordemos el descarado interés de Lula por la construcción de la carretera que atravesaba el Tipnis, con el concurso de la empresa OAS, al utilizar el avión de esta compañía para llegar a Bolivia y hacer propaganda por ella. Esa empresa es la misma que en Brasil se hizo famosa por el pago de jugosos sobornos para la campaña electoral del Partido de los Trabajadores que actualmente gobierna y que, según la opinión del ex ministro de hidrocarburos Andrés Soliz Rada, habría aportado una millonaria suma de dinero para la reelección de Evo.
Dicha práctica sobornal se habría extendido a varios países de la región con gobiernos afines, constituyéndose en la verdadera causa de sus preocupaciones por el supuesto “Golpe de estado parlamentario brasileño” que, en buen romance, sólo significa el alejamiento de los corruptos del gobierno.
Mientras en La Habana los parlamentarios del partido comunista discuten con la gigantesca transnacional capitalista de los cruceros de turismo CARNIVAL, las condiciones para el ingreso de sus lujosos barcos a los puertos cubanos, los parlamentarios de la antigua parasitología castrista debaten en la región la forma de librarse de esta plaga socialista, marcando sus amargas coincidencias.
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