[Armando Mariaca]

Tiempo de tener conciencia de país, amarlo y servirlo


En la historia de la política partidista, de nuestro país y de todo el mundo, se dice y pregona hasta el cansancio que amar sin servir al pueblo es engaño, es demagogia; se afirma que “el partido está para un servicio que logre amor y unidad entre todos”, pero, cuán diferente es la realidad porque raras veces se ha cumplido lo prometido; excepcional y ocasionalmente al hablar de democracia, libertad y justicia ha sido fin y objetivo de los partidos político-partidistas, pero sin concretarse en realidad.

Experiencias de muchos años de vida republicana, a los que se agregan gobiernos dictatoriales o de facto y aquellos que, habiendo adoptado la democracia como medio y sistema de vida y de gobierno, han mostrado que los partidos políticos, al hacerse del poder logran el objetivo que parece haber sido la razón de su vigencia porque el poder sirve para alcanzar más poder, para imponer lo que el partido cree y ve conveniente para sus intereses. Esta, por desgracia, ha sido realidad vivida por muchos pueblos; pero, la demagogia y el populismo practicados por los partidos con poder, se ha encargado de hacer creer el logro de conquistas, progreso, mejores condiciones de vida, conquistas sociales, éxitos económicos y culturales que, en la realidad, tuvieron muy poco de ciertos porque la práctica diaria ha demostrado cuán poco se hizo por conseguir la unidad del pueblo, cuán poco por sembrar amor y concordia, cuán escaso crecimiento y mejores condiciones de vida; pocas veces hubo preocupación cierta por los necesitados, por superar la pobreza, por amar y servir plenamente al Estado que es el pueblo, sus instituciones, su economía, su cultura, sus organizaciones e instituciones.

En los diez últimos años, una buena parte del pueblo ha mostrado apego a las promesas del partido gobernante; fueron diez años en que se ofreció todo y se cumplió muy poco o, si se cumplió fue desorganizadamente, demagógicamente, sin planificación y sin mayor sentido de equidad y ecuanimidad y todo ello generó corrupción en grupos que aprovecharon la confianza depositada por el gobierno en cúpulas de dirigentes que no supieron valorar lo recibido y lo que se pedía de ellos y menos tener en cuenta al pueblo al que debían amar y servir con los medios financieros otorgados para cumplir con obras de bien común.

El gobierno ha prometido, desde el inicio de su mandato en enero del año 2006, “conseguir la unidad de todo el pueblo, olvidar rencores y resentimientos teniendo como meta sólo a la patria” pero, la realidad vivida en diez años sólo fue aparente porque ha mostrado cuadros, posiciones y situaciones contrarias a las promesas y propósitos. El pueblo, como siempre, creyó todo y esperó, pacientemente, que se haga realidad y nunca perdió esperanzas de que se excluyan de la vida nacional los odios, los prejuicios y los complejos que, lamentablemente, reinaron en la vida del día a día porque tomaron fuerza “recuerdos del pasado” y que vivieron o pertenecieron a generaciones muy anteriores, situaciones en que parte de la colectividad vivió bajo injusticias por parte de personas que no supieron que el tener implica amar y servir, de gentes que se sirvieron de los demás sólo en propio beneficio y que usaron el poder político solamente para enriquecerse y favorecer a entornos de áulicos que les rendían pleitesía y veían que todo lo hecho por sus amos ocasionales estaba bien, así, gobiernos y pueblo vivieron o existieron en medio de fantasías, sofismas y condiciones donde la verdad, la realidad, la certeza, estaban muy lejanos.

Hoy, a más de diez años se continúa pregonando vocación de servicio y se sigue con odios, complejos y rencores porque se inculpa a una buena parte de la población de hechos que no son, de situaciones ajenas y contrarias al diario vivir y que el gobierno no quiere oír ni corregir. Se ha adoptado una especie de “vocación de culpar” a todos los que no piensan ni sienten como el gobierno y su partido, surgen culpables como la derecha, el imperialismo, el capitalismo -que se los vive y practica por el gobierno-, el antipatriotismo, el no tener derecho a nada porque no se siente o piensa como el gobierno; en fin, acusaciones de toda laya.

La verdad es que todo lo pregonado en contra de los que no comulgan del todo con el gobierno y su partido, le hacen mucho mal al propio régimen porque lo colocan, especialmente ante el consenso internacional y ante todo el pueblo, como contrario a las prédicas de paz y armonía, amor y unidad, trabajo y disciplina, producción y realizaciones. Todas esas posiciones le acarrean al gobierno y su partido sólo desconfianza y hasta temor de lo que pueda hacer o siquiera decir.

Por otra parte, quienes están en oposición y desacuerdo con el gobierno, sean políticos, empresarios, grupos sociales y culturales, profesionales o ciudadanos que se encuentran en el llano de la vida nacional, no sólo deben concretarse a condenar y a criticar al gobierno y su partido sino ser propositivos y constructivos porque las consecuencias de todo las sufriremos todos. No se puede deslindar responsabilidades donde, en conciencia, se sabe que se las tiene.

Es tiempo de abandonar las posiciones en que priman los odios y los complejos, los resentimientos por lo que no es y también es por decisión del propio gobierno; es tiempo de pensar seriamente en el país actuando con honradez y responsabilidad; es hora de combatir efectiva y decididamente al narcotráfico, a la corrupción, al contrabando, a la ineficiencia y a la irresponsabilidad; sólo así, todos, conjuncionados en posiciones de servicio, podremos superar los males que nos afligen y postergan.

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