La Conferencia Episcopal Boliviana, que aglutina a los obispos de la Iglesia católica del país, hace unas semanas ha emitido la Carta Pastoral: “Hoy pongo ante ti la vida y la muerte” referida al narcotráfico y drogadicción en nuestra amada Patria, en cumplimiento de su misión pastoral y apostólica, como cabeza de millones de fieles seguidores de esta Iglesia.
El tema de la Carta Pastoral apunta a uno de los males de la sociedad boliviana que, desde hace décadas, se ha convertido en una suerte de flagelo social, pues afecta gravemente a la vida y la salud de cientos de personas, que han caído en la adicción al consumo de estas drogas prohibidas por leyes nacionales e internacionales, y cuya lucha por su extirpación parece, a veces, que hubiese fracasado, pues debido a los altos precios de éstas en el mercado internacional, su producción tiene un crecimiento incontrolado, de tal manera que pone en riesgo no sólo la salud y vida de las sociedades, sino que afecta a las instituciones del Estado.
Apenas se conoció el pronunciamiento de la Iglesia Católica, algunas autoridades del gobierno del régimen populista de izquierda que gobierna hace más de una década nuestro país, reaccionaron en forma exagerada, e incluso el Presidente del Estado Plurinacional y presidente de las organizaciones de productores de la hoja de coca del Chapare, materia prima para la producción de cocaína, emplazó a los obispos, dándoles plazo perentorio para hacer conocer los nombres de la gente de gobierno involucrada en el proceso de la coca-cocaína.
La autoridad de la Iglesia Católica Boliviana ratificó los términos de su Carta Pastoral y la opinión pública se manifestó a través de los medios de comunicación social, respaldando el contenido del mensaje de los obispos, pues todos sabemos de la existencia de esta actividad delictiva y su largo brazo que suele penetrar a muchas instituciones públicas y privadas.
Las autoridades de la Iglesia Católica Boliviana no hacen otra cosa que recoger los sentimientos y pensamientos de los feligreses católicos, y seguramente de casi todos los compatriotas bolivianos.
La reacción desmedida de las autoridades de gobierno seguramente responde a que les afectó la verdad de esta actividad delictiva, que pese a las acciones públicas de lucha para su control, a través de una fuerza especializada de la policía, sólo el 10% o algo más, de la producción y comercialización de los subproductos y productos terminados, es incautado y eliminado, lo que importa que esta actividad ilícita está en plena vigencia, pues según las mismas autoridades, son varias decenas de toneladas de cocaína y marihuana, que anualmente son incautadas.
Algunos países vecinos han levantado su voz acusadora contra el nuestro, debido a que de nuestro suelo saldría la droga a sus mercados, ya sea como origen de producción o de tránsito de la misma, amenazando con levantar muros fronterizos en sus fronteras con nuestro país. En algún otro país vecino, se ha acuñado el término de “narco Estado” para referirse al nuestro.
Cuando los ciudadanos bolivianos tenemos que ausentarnos de nuestro territorio, en los aeropuertos, fronteras, etc., de otros países, somos objeto de profundas requisas en nuestros equipajes y hasta en alguna oportunidad fuimos objeto de broma irónica, cuando se nos preguntó si teníamos a mano algunos gramos de coca (cocaína), es decir que a los bolivianos nos ven como gente relacionada con esta actividad, ya sea como productores, comercializadores o consumidores, cuando en verdad la gran mayoría de nuestra población nada tiene que ver con esa actividad delictiva.
Hace unos años, el entonces Arzobispo de Cochabamba, Monseñor Tito Solari, alertó a la opinión pública nacional, sobre que en algunos pueblos del trópico cochabambino, donde se siembra masivamente la hoja de coca, algunos niños ofrecían sustancias controladas en las entradas a esos pueblos. Inmediatamente los dirigentes de los cocaleros de esa región y sus autoridades pidieron la expulsión de esa autoridad eclesiástica, acusando de falsedad a sus palabras, que poco después se confirmaron por otras fuentes.
La lamentable actitud del Presidente del Estado Plurinacional, de atacar a los obispos bolivianos, sugiriéndoles que organicen un partido político de derecha, es un exabrupto repetitivo, pues ya antes los acusó de ser un “sindicato opositor”, sólo por haberse pronunciado a favor de las libertades ciudadanas.
La Iglesia fundada por Pedro hace más de dos mil años, para enseñar la doctrina que nos dejó Jesucristo, doctrina de amor a los demás y perdón al enemigo, ha de estar vigente hasta el fin de los tiempos, pues la doctrina de Cristo, por su profundidad, es imperecedera. Precisamente Cristo nos enseñó el desprecio a los bienes materiales, que son la causa de la actividad ilícita del narcotráfico, en consecuencia el buen cristiano, debe despreciarla.
Han sido muchos regímenes que en la historia persiguieron a la Iglesia cristiana. En los últimos tiempos los fascismos de Hitler y Cía., los comunistas de la ex URSS y sus satélites, y en nuestra América, la Cuba de los Castro, que hoy han desparecido o están en ese camino. La Iglesia seguirá por el camino que le señaló su fundador, y su palabra siempre será de bienaventuranza.
El autor es abogado y politólogo.
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