La posición de casi todos los países que cuentan con plantas o centros de energía nuclear es que tienen el propósito de desmontarlos y mucho más aquellos que han alcanzado altos índices de aprovechamiento de la energía nuclear y otros elementos con alto poder de contaminación y que, en casos, sirven para la fabricación de bombas atómicas y de hidrógeno. Las experiencias logradas con el primer estallido de una bomba, el 17 de julio de 1945 en Alamo Gordo y las bombas que estallaron el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima y el 9 de agosto en Nagasaki, son más que terminantes para desechar cualquier plan que implique uso de energía nuclear.
Que sirve para cuestiones de salud, es innegable, pero, en general, tan solo el manejo de materiales radioactivos ha causado alarma en el mundo con el estallido de las plantas de Chernobil en Rusia y la del norte del Japón que han causado miles de muertos y mortalidad con el paso de meses o años para muchas generaciones que han sido contaminadas con los gases nucleares.
Extrañamente, el Gobierno persiste en la idea de que se instale en El Alto u otra región del país, un centro nuclear y, para ello, sin convocatoria o licitación de ninguna clase, ha decidido firmar un acuerdo o convenio con Rusia para instalar ese centro en El Alto. Se habría firmado el convenio con Rusia “por la experiencia que tiene en esta materia” y que, inicialmente, tendría un costo de 300 millones de dólares y el plazo sería de cuatro años. De acuerdo con explicaciones del Gobierno, “el Centro de Investigación Nuclear señala como objetivos: mejorar la salud, la seguridad alimentaria e impulsar la industria tecnológica”.
El proyecto nuclear “tendría tres componentes y beneficios: un Centro Nacional Ciclotron-Radiofarmacia para el tratamiento y diagnóstico del cáncer y otras patologías, empleando tecnología médica avanzada. En el sector industrial, una Planta Multipropósito de Irradiación para contribuir a la seguridad e inocuidad alimentaria, al incremento de la productividad agroindustrial y apoyo a los sectores productivos para la exportación con certificación de inocuidad”.
“En el caso de la ciencia y tecnología un Reactor Nuclear de Investigación de baja potencia contribuirá al desarrollo científico en el campo de la medicina, industria, ciencias ambientales, biológicas, químicas, petroquímicas, hidráulicas, geológicas y de materiales”. Las explicaciones y razones para esta obra son múltiples; pero poco o nada se dijo sobre los peligros que entraña. Lo grave es, además, que la representación rusa, a simple pedido del Gobierno, ya tenía todos los antecedentes y fines de las obras y a nadie se le ocurrió que correspondía tomar en cuenta trabajos o proyectos que se hayan realizado en otros países como Francia, EEUU, Japón y otros que cuentan con la misma o mayor experiencia que Rusia.
El paso ha sido dado; ahora se dice que el Poder Legislativo apruebe los contratos que, es de esperar, sean desechados porque el país no requiere planta nuclear de ninguna clase, habiendo obras de mayor prioridad que son urgentes.
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