Papito, por favor, ya no me golpees más, no sabes que cuando me golpeas, también lastimas mi corazón y tus golpes me vuelven curtido, tosco, terco, huraño, rebelde y quiero ser también agresivo con mis amigos.
Me siento miserable, pequeño, indigno de ti, cuando me golpeas, me haces sentir inútil, quiero ser un orgullo para ti, pero no lograré éxitos si me golpeas. Sabes que tú eres mi maestro, mi héroe, mi padre. Sé que eres un ejemplo de rectitud, honradez y pulcritud y que te guardo un profundo respeto, pero por favor no me maltrates, porque siento que son injustos tus golpes, aunque alguna vez me haya equivocado, perdóname y corregiré mis defectos.
No permitas que me llene de amargura, de odio, no hagas que me sienta culpable, porque en mí delante veo los malos cami-nos llenos de rencor, perversidad y mal-dad. No permitas Papito lindo que vaya por el camino del error y de las malas amistades.
Amo la vida, pero siento que me la quitas cuando me pegas y crecen mis temores. Siento temor de todo, de todos, de nada y de nadie, porque siento que se bloquea mi capacidad de amar, mi creati-vidad o de hacer amistades en mi corta vida. No ves que soy un niño y tus golpes me alejan de ti, aprendo a mentir por no recibir golpes; no permitas aquello Papi, te ruego, te imploro.
Piensas que cumples tu deber, pero por favor no me hieras, que tus golpes laceran mi vida, mi cuerpo, mi alma y mi corazón. Nunca te levanté ni elevaré la voz, tengas o no tengas la fuerza de la razón. Quiero ser tu orgullo y para ello, apóyame, compréndeme, ámame, puedo equivocarme, pero no lo hago con inten-ción. Quiero sentir esas palmaditas de afecto y aliento sobre mis hombros. Con-fía en mí y haré el mayor esfuerzo para ser un hombre de bien y servir a mis semejantes.
Quiero que me abraces, que me quie-ras, que me acaricies, quiero oír de tus labios tus consejos, tus palabras de alien-to: “Tu puedes, tu sabes, no te quedes atrás, mira siempre adelante”. Eso quiero oír de ti Papito mío.
Piensa Papi, que un día, cuando tus fuerzas se agoten, yo seré quien te lleve del brazo. Cuando te sientas enfermo y no puedas caminar, con todas mis fuer-zas te cargaré si fuera posible, para llevarte al médico. Te llevaré al oculista, cuando tus ojitos ya no puedan ver. Te compraré el mejor bastón para que puedas caminar mejor. Siempre estaré a tu lado. Abrázame papá.
Por: Samuel Mamani Maquera
DOCENTE ESFMTHEA
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