Al conmemorarse a nivel universal el IV Centenario de la muerte del autor de una de las más admirables creaciones del espíritu humano -don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)- vayan desde estas páginas unas pinceladas para congratular la inmortalidad del ingenioso hidalgo don Quijote…”, quien desde el momento que su inventor dirige una misiva al rey de España pidiéndole desde Sevilla pasar a América para desempeñar el empleo de Corregidor de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, de alguna manera, en alas de la ilusión y la fantasía, adquiere carta de ciudadanía boliviana.
Tras la gloriosa batalla de Lepanto, en la cual pierde la mano izquierda que le confiere el sobrenombre de “Manco de...” (con el que se le conoce hasta hoy), en momentos que retornaba a la patria natal, unos piratas argelinos interceptan su tránsito y tras mantenerlo cautivo durante más de cinco años, para liberarlo le imponen un rescate de 600 ducados que deja a su familia sumida en la pobreza; recurriendo a solicitar a Felipe II uno de los oficios que en ese momento se hallaban vacantes (además del mencionado): la contaduría del nuevo Reino de Granada, la gobernación de la provincia de Soconusco en Guatemala o el de contador en las galeras de Cartagena en las Indias…
Aunque haya quienes ponen en duda su existencia, este documento se halla entre las probanzas de servicios, planos de ciudades, mapas y noticias sobre la dilatada geografía americana y las diversas culturas que la pueblan, en el Archivo General de Indias de la Casa de la Contratación, el mayor repositorio documental en relación al descubrimiento, conquista y administración del Nuevo Mundo en Sevilla (España), donde se guarda celosamente el autógrafo del insigne escritor estampado en fecha 21 de mayo de 1590.
Algunos biógrafos califican de “modesto” el cargo señalado, pero aquí es conveniente destacar que por aquellos años el puesto se hallaba despojado de la noción actual de autoridad subalterna de lejana provincia o cantón, pues el título de “Corregidor y Justicia Mayor” presidia el Cabildo de la Ciudad, integrado por Alcaldes, varios Regidores y prominentes hombres públicos.
Otros, por su parte, observan un dejo displicente a los servicios ofrecidos por el preclaro escritor, atenidos al tenor de la respuesta fechada el 6 de junio de ese año (“Busque por acá en que se le haga merced”), omitiendo mencionar que Cervantes era ya famoso por su obra La Galatea (1584) y otras piezas dramáticas, o que cuatro años más tarde se le confiaría la cobranza de las cábalas, tercios y otras rentas en el reino de Granada.
Aunque la remota posibilidad nunca se llega a concretar, dentro de los actos de la solemne conmemoración del IV Centenario de la Fundación de ciudad de La Paz, el 20 de octubre de 1948 el H. Concejo Municipal aprueba por unanimidad el nombramiento a favor de Cervantes de “Corregidor Perpetuo” de la ínclita ciudad, recibiéndose la noticia el regocijo popular “en vara de justicia”, por utilizar la expresión usual en la época.
Enrique Finot presume que Bolivia podía haber sido la cuna del Ingenioso Hidalgo y Gabriel Feyles, en su obra “Títulos y blasones de la ciudad de La Paz”, que sus aventuras “habrían rebasado las fronteras de la España peninsular y las páginas del Quijote conservarían curiosos lances y episodios situados en este exótico escenario, visto a través de un carácter y situación épico sicológica tan permanente y viva como universal e inmutable”…
Finalmente, Juan Francisco Bedregal en sus “Figuras animadas” (La Paz, 1952), pone en labios del Quijote lo que sigue: “¡A La Paz he dicho!, y a La Paz llegaremos, magüer se opongan magos o hechiceros, y mientras Dios sea servido de no cortarse el hilo de la nueva existencia que plúgole otorgarme para bien suyo y tormento de villanos. En este mismo atardecer llegaremos a ese pueblo que no es amasijo de bellacos ni semillero de malandrines, pero donde, según reza la tradición, existen todavía doncellas que han menester del amparo de mi lanza, del bálsamo de mi palabra y del calor de mi corazón, cautivos que redimir y entuertos que enderezar…”
El autor es Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua.
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