[Raúl Pino-Ichazo]

Dilma Rousseff


Lo que sucede en nuestro vecino país hermano es realmente para reflexionar, pues hasta el lego en política, esta anómala situación le conmueve y preocupa por el derecho natural que le asiste y guía en su vida cotidiana, conociendo con certera intuición y profundidad que el derecho es la base fundamental para las relaciones justas entre humanos y, precisamente, este respeto al derecho no se está preservando por algunos parlamentarios en Brasil.

Lo que se pretende consumar en Brasil contra una extraordinaria y honesta mujer, acusándola de ilícitos que no reúnen el mérito para constituir una acusación que prospere según las normas procesales del debido proceso, es un infundio y aberración jurídica.

Puede ocurrir, en ciertos momentos críticos, como los que vive la señora Dilma Rousseff, que se pregunte dónde está realmente el pueblo y justamente el pueblo masivamente en todo el Brasil está ahí para respaldarla, pues identifica rápidamente quién ama al pueblo y sabe que el bien de la comunidad política o de la Patria o el bien que reside en los espíritus de ese noble pueblo puede exigirle a los parlamentarios obcecados en un proceso que concluya en una destitución, a declinar en ese intento, porque las ideas o fuerzas históricas que obran en el pueblo nunca dejarán de existir y si a veces, en un determinado momento histórico, algunas fuerzas negativas ejercen acción sobre el pueblo, éstas, sabe el pueblo con su natural sapiencia, que son contrarias a la verdad y al bien de las personas, que dependen de una correcta dirección de la política y de una moral incorruptible para conducir sus destinos.

Históricamente, en múltiples ocasiones, los conquistadores y dictadores no han vacilado, como pretende una parte de los parlamentarios de Brasil, en hacer uso de la mala fe, de la perfidia, de la falsedad y, ahora, del desconocimiento del derecho que preceptúa imperativamente, para obediencia de todos, que no se puede imputar cargos a nadie si no existe el mérito de la causa, para consolidar sus ilícitos propósitos. Paradójicamente llamativo es que algunos parlamentarios que votaron a favor del proceso contra la presidenta están consignados para ser investigados por presunta corrupción, extremo del cual Dilma Rousseff está exenta e impoluta.

La estructura moral de la señora Roussef está indubitablemente inclinada, toda su vida, al respeto creyente y militante a los valores, al amor a su pueblo y a la democracia. Esta consistente mujer, formada políticamente a través de la tortura, existe, sufrió y sufre con el pueblo y no puede existir sino con él, y lo que persigue y encuentra es no estar separada del pueblo y para ello, con pruebas fehacientes, basta hacer un repaso a las innumerables obras en beneficio de su pueblo, urgentes e impostergables, realizadas con la misma imposición temporal. Asimismo es determinante para los movimientos sociales lo obtenido, de inmensurable valor intrínseco, como es la inclusión de los desposeídos e ignorados por siglos.

La idea del pueblo, acendrada en su espíritu con sufrimiento por esta digna mujer de fuertes convicciones morales, es que cuando se la entiende en el sentido ético-social y no racial y su cuidado por los pobres, por los que sufren, por los desheredados y la imagen del vigoroso trabajador permaneciendo en su lucha inmutable, engendra lo que se llama consecuencia política y social, como nos enseñaron nuestros insignes filósofos griegos de la antigüedad, enseñanzas que hoy se plasman en la actual Ciencia Política, imprescindible estudio para todo político que quiere servir al pueblo.

Este vigoroso trabajador brasileño las más de las veces no posee herencia alguna y estaba condenado a la condición de pobreza, empero las políticas sociales del señor Lula da Silva y luego las de la señora Rousseff, le confirieron la esperanza cierta, la adquisición de la dignidad del trabajo y del obrero y sobre todo la dignidad de persona humana en el obrero como tal. De hecho en países como Bolivia y Brasil lo que se desarrolló fue más una conciencia de la inclusión que una conciencia de clase.

El autor es abogado corporativo, posgrado en Arbitraje y Conciliación, escritor.

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