[Armando Mariaca]

La verdad es signo de responsabilidad


El principio: “La verdad nos hará libres”, no siempre se cumple porque conforme a las circunstancias, las situaciones especiales de la vida, las conveniencias, la “necesidad de dorar la píldora” sea para no agravar los males, para disimularlos, minimizarlos o simplemente porque no se les da importancia, se tergiversa la verdad, se la oculta, se la minimiza o, finalmente, se la ignora; pero, hay situaciones en el mundo, especialmente político-partidistas referidas al manejo de los Estados, en que se la oculta o disfraza.

La verdad, por dura que sea, por dolorosa que resulte, por hiriente y sangrante que sea para los sentimientos y los principios morales, siempre es buena porque hace menos daño que la mentira, que el disimulo o que el disfraz. La verdad es, debe ser, parte importante e irrenunciable de la vida del ser humano porque solo la verdad construye, enaltece, dignifica y fortalece al ser humano, a las instituciones y, mucho más, a los Estados que son gobernados con ideologías y planes, partidos políticos, organizaciones institucionales y otros que, a su vez, deberían cimentarse en la verdad.

Muchas veces el mundo ha mostrado que es corriente en política partidista, en el ejercicio del poder que se alteren datos, resultados, conceptos y hasta prioridades que deben ser transparentes; se oculta todo ello en la creencia de que, con ello se “favorece al pueblo y se le resta motivos de descontentos”. Lo cierto es que obrar así es, simplemente, impostura que crea complejos en los propios partidarios y suscita desconfianza e incredulidad en la colectividad a la que se quiere convencer con falsedades.

Parecería que para quienes poseen poder político, económico, social o de cualquier índole, el disimulo y la mentira deben ser parte del diario vivir con miras a resaltar o minimizar los dictados de una posición o de una conveniencia. Muchos gobiernos e instituciones en el mundo han fracasado porque mostraron conductas basados en engaños, condiciones de vida que, a simple vista, parecían limpias, sinceras y plenas de veracidad; pero, los pueblos que fueron testigos de todo condenaron siempre a quien esgrimía la falsedad como norma de vida. Esos pueblos han comprobado que lo que no se ajusta a la verdad siempre acarrea males porque la “mentira tiene patas cortas” y hasta lo más oculto, lo mejor enterrado o disfrazado revive, resalta, resucita, ve la luz y, fortalecido, se encara con la realidad y hace de la verdad su medio para mostrar que los caminos de lo incierto acarrean dificultades que lastiman, hieren y hasta destruyen anhelos y esperanzas de quienes, de buena fe y sanos sentimientos, han creído y confiado.

En la vida de la humanidad, en la lucha permanente del bien contra el mal, éste ha tenido supremacía porque ha recurrido a todos los medios para imponerse atenido a la situación de no respetar ni cumplir ninguna norma, ninguna condición que contenga la verdad y las virtudes cardinales que conforman la vida del ser humano; así, muchas veces el mal se ha impuesto y ha tenido predominio en muchas situaciones que han significado desdoro de la vida, de sus virtudes y valores hechos principios. Ambiciones de toda laya se han impuesto en pro de intereses subalternos que jamás han trepidado en causar daño a su entorno, a las comunidades y naciones que han encontrado a su paso; el mal tiene aliados que asuelan la salud y la vida de seres humanos componentes de comunidades y colectividades que hacen una nación, país o Estado.

Grupos que han tenido poder sobre sus países han recurrido muchas veces a falsear la verdad con tal de imponer ideologías y criterios ajenos al bien común. Han mostrado datos falseados con tal de convencer de hechos o bienes que jamás han ocurrido, e hicieron escarnio de la verdad porque así convenía a sus intereses que poco o nada tuvieron de caridad, solidaridad y consecuencia con los intereses generales.

Obrar con la verdad como norma de conducta en la vida, es responsabilidad que permite la práctica de virtudes hechas valores y principios; es el mejor medio para servir porque es sinónimo de amor que busca el bien de todos prescindiendo de lo que corrompe, lastima y destruye la vida.

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