Es necesario considerar que solamente una parte de la población está abocada a la lucha política por el poder, es decir entre oficialistas y opositores, dentro de un ambiente democrático. La mayoría del pueblo boliviano es independiente de las decisiones políticas y es la que verdaderamente trabaja, que se sacrifica diariamente para atender sus innumerables necesidades cotidianas. La preocupación permanente de esos ciudadanos es contar con alguna fuente de trabajo, que pueda solventarlos, para poder llevar el pan a sus hogares.
Estos millones de ciudadanos claman para que se gobierne con sabiduría y comprensión de los problemas económicos del país. La gobernabilidad debe ser para todos, sin exclusiones que causen odio, porque todos somos ciudadanos bolivianos, con los mismos derechos y obligaciones. Los aparatos del Estado, llámense ministerios, cortes jurídicas y empresas de trabajo, que no destruyan los fundamentos de la ley la justicia. El Gobierno no debería discriminar a los bolivianos al calificarlos como derechistas o izquierdistas.
La realidad no es así. La ciudadanía quiere que el Gobierno actúe con sabiduría y austeridad, con los principios de la democracia. No es posible que a título de izquierda se les dé todo lo que piden, solo por ser partidarios o simpatizantes y se les niegue a los que son considerados de la derecha. Esta actitud discriminatoria solo trae odio y mayor rechazo político. El Estado en los primeros albores de la creación de la República unió a todos, sin excepción, de acuerdo con los principios de libertad y justicia. Los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre así lo establecieron en la Carta Magna.
Ahora, cocaleros, mineros y grupos sociales indígenas son los que principalmente apoyan al oficialismo, gozando de todo tipo de privilegios, que no tienen otros sectores de trabajadores, lo que demuestra discriminación irritante. Millones de ciudadanos sin filiación política, que no dependen del oficialismo y solo viven de su trabajo cotidiano, son los que observan con indignación el accionar oficialista, pensando que hay mucho para los que apoyan al Gobierno y nada para los que no están con los gobernantes, así lo expresan, por ejemplo, trabajadores del comercio informal.
Esta forma de gobernar no es justa porque ocasiona odio y división en la ciudadanía. Actualmente la realidad es dura para los grupos socialistas y de izquierda en América Latina, pues lentamente se ha ido cambiando a los gobiernos populistas, quedando solo en Bolivia, como un bastión, que tiene poco tiempo a su favor.
Indudablemente, influye mucho la situación económica difícil de países del área latina, especialmente por la baja de precios de hidrocarburos y minerales, agravándose la situación por la expansión del narcotráfico. Además hay problemas por cambios climáticos, como aumento de temperatura en diversos países o intensas lluvias con destrucción y muerte. Bolivia empieza a sentir los efectos de las condiciones climatológicas, por ejemplo en los departamentos de Santa Cruz y Cochabamba se advierte sequías que van a repercutir en la producción de áreas rurales. Mientras tanto, al actual Gobierno le quedan pocos años de ejercicio del mandato constitucional, de acuerdo con el resultado del referéndum realizado.
La ciudadanía consciente pide variabilidad y cambio de conducta política, para dejar el poder con honorabilidad y prestigio, haciendo un gobierno para todos, dejando a un lado la discriminación política y que sean investigados los cargos de corrupción. También es necesario manifestar solidaridad con todos los sectores sociales, entre ellos los de personas con discapacidad, que no son opositores, solo hermanos con necesidades humanas y por lo cual solicitan ayuda.
Si el Presidente gobernara como un verdadero estadista, la historia lo recordará como el Presidente indígena que hizo honor a su nombre.
El autor es profesor Emérito y ex Decano de Odontología UMSA.
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