II
Guillermo Monje L.
Es de advertir que el manifiesto comunista de Marx y Engels no habla de reducción del trabajo a 8 horas.
A partir de 1833 a 1817 Gran Bretaña fue sacudida por intensos movimientos sectoriales de obreros, apelando ya a la huelga como el mayor recurso. Los primeros en tomar esta medida fueron los hilanderos de Nottingham. A ellos les siguieron los obreros de Manchester, de tal manera que al mes siguiente 20.000 obreros textileros entraron en huelga por las 8 horas de trabajo. De este modo tal lucha por disminuir el salario estuvo ligada a la huelga.
La idea de hacer huelga general debía estallar el 1 de marzo de 1834.
Tal como reconoció Marx, los precursores de legislar el trabajo a 8 horas fueron los ingleses, quienes vislumbrando un gran movimiento internacional enviaron copias de sus resoluciones a Francia, aunque en este país no avanzaron mucho, donde todavía después de la Revolución Francesa se mantenían 10 horas de trabajo. Algunos franceses querían adoptar el Falansterismo, que es la asociación ideada por la Escuela Socialista de Fourniers, que consideraba que los obreros deberían vivir en comunidad en un edificio todos juntos, es decir toda la falange. No proyectaban las 8 horas de trabajo.
Tanto en provincias como en París hubo huelgas como en Lyon, donde los seguidores de Owen lograron rebajar por lo menos a 8 horas. Como la industria pasaba una gran crisis muchos empresarios optaron por cerrar sus establecimientos, así que se vio a miles de obreros sin trabajo, por lo cual, obligados por el hambre, éstos preferían aceptar jornadas largas de 13 a 14 horas diarias.
Cuando se creó la Asociación Internacional de Trabajadores y se creó la Primera Internacional del Trabajo, la petición inglesa de las 8 horas encontró eco favorable. No obstante de esto Karl Marx que redactó el mensaje inaugural no hizo mención a la reducción laboral a 8 horas.
La Internacional en su primer congreso de Ginebra en 1866 ratificó la petición inglesa de las 8 horas apoyando a Robert Owen, quien sostuvo 8 horas de labor, 8 horas de sueño y 8 horas para cultivar la inteligencia de los trabajadores.
El segundo congreso de la Internacional en Lausanne en 1867 volvió a ratificar la petición de 8 horas. Igualmente la Tercera Internacional reunida en Bruselas en 1868 propuso el mismo horario.
El obrero húngaro Leo Franakel fue uno de los pocos marxistas que exigió el establecimiento de las 8 horas. Fueron los inmigrantes ingleses los que llevaron a América y Australia el planteamiento de las 8 horas. Como resultado de este concepto los 15 sindicatos ya organizados entre carpinteros, textileros, gráficos, vidrieros y albañales entraron en huelga. Se creó 50 periódicos obreros y en varias ciudades norteamericanas hubo mítines y congresos. En Baltimore se aceptó 8 horas de trabajo, pero solo para los empleados del Estado, contratistas y sub contratistas, para los demás continuaba el trabajo de 11 a 12 horas.
Por la jornada de 8 horas hubo en New York una gran manifestación de 20.000 trabajadores, los trabajadores norteamericanos que estaban unidos por la misma propuesta de 8 horas se reunieron en un Congreso en Chicago, donde apareció por primera vez la idea común de 1º de mayo como una jornada simbólica y efectiva.
Los ejecutivos de ese Congreso fueron Gabriel Etmonston y Foster, quienes fueron ardientes defensores de las 8 horas.
El gran movimiento de las 8 horas produjo más de 5.000 huelgas distinguiéndose las propuestas por mecánicos, textileros, herreros, panaderos, ebanistas y ferroviarios que aceptaron la idea de que la fecha común sea el 1º de mayo de 1886.
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