Entre cartas, poemas y cuentos
María Josefa Mujía (1820 – 1888). Poetisa notable, nacida en Sucre y ciega desde los 14 años.
¡Todo es noche, noche oscura!
Ya no veo la hermosura
de la luna refulgente;
del astro resplandeciente
tan solo siento el calor.
No hay nubes que el cielo dora,
ya no hay alba, ni hay aurora
de blanco y rojo color.
Ya no es bello el firmamento,
ya no tienen lucimiento
las estrellas en el cielo;
todo cubre un negro velo
ni el día tiene esplendor.
No hay matices, no hay colores,
ya no hay plantas, ya no hay flores
ni el campo tiene verdor.
Ya no gozo la belleza
que ofrece la naturaleza
la que al mundo alumbra y viste;
¡todo es noche, noche triste,
de confusión y pavor!
Doquier miro, doquier piso
nada encuentro y no diviso
más que lobreguez y horror.
Pobre ciega desgraciada,
flor en su abril marchitada,
¿qué soy yo sobre la tierra?
Arca, do tristeza encierra
su más tremendo amargor.
Y mi corazón enjuto,
cubierto de negro luto
es el trono del dolor.
En mitad de su carrera
cuando más luciente era
de mi vida el astro hermoso,
en eclipse tenebroso
por siempre se oscureció.
De mi juventud lozana
la primavera temprana
en invierno se trocó.
Mil placeres halagüeños,
bellos días y risueños
el porvenir me pintaba,
y seductor me mostraba
por un prisma encantador.
Las ilusiones volaron
y en mi alma sólo quedaron
la amargura y el dolor.
Cual cautivo desgraciado
que se mira condenado
en su juventud florida
a pasar toda su vida
en una oscura prisión,
tal me veo, de igual suerte,
sólo espero que la muerte
de mi tenga compasión.
Consumada mi esperanza
ya ningún remedio alcanza,
ni una sombra de delicia
a mi existencia acaricia;
mis goces son el sufrir;
y en medio de esta desdicha
sólo me queda una dicha
y es la dicha de morir.
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