Economía de palabras
Cómo estarán los ánimos en el gobierno que ha decidido autorizar el uso de dinamita en las manifestaciones callejeras que se hagan en las ciudades del país, allí donde, según dice Evo Morales, no lo quieren.
Algo sabe él de la predisposición de las clases medias urbanas, que ha dispuesto atormentarlas con los petardos y los “cachorros” de dinamita de las organizaciones sindicales aliadas a su gobierno.
¿Una especie de guerra civil de baja intensidad? ¿O solamente una provocación a los ciudadanos que el 21 de febrero le dijeron NO a la posibilidad de que él vuelva ser candidato en 2019?
Esto tendrá que ver, se supone, con el propósito anunciado varias veces, en diferentes tonos, de que la revolución puede hacerse también a través de otros medios.
Si el “proceso de cambio” no puede avanzar por la vía democrática, ¿aplicarlo por la vía violenta, provocando enfrentamientos, atrincherándose para una guerra?
Quizá tenga que ver con el calendario. En 2018, cuando haya pasado el veto impuesto por el presidente Morales para hablar siquiera de un candidato, ¿se volverá a proponer que él lo sea?
Y en caso de que la gente proteste por este atropello, esa ofensa a la ciudadanía, además de esa violación de la constitución, ¿se llegará a las manos, a la dinamita, a la batalla?
Porque se supone que algún plan habrá detrás de estos aprestos. No se habla de dinamita porque quieres hacer una procesión. La idea ha de ser más ruidosa, por lo menos, y sangrienta.
La crisis económica, de la que pocos se atreven a hablar, quizá provoque situaciones incómodas para el gobierno. Si tomara la decisión de aumentar el precio de los combustibles, o devaluar la moneda, las cosas podrían ponerse color hormiga. Lo sabe el gobierno.
Y ha decidido abrir el paraguas antes de que llueva, porque sabe que esos negros nubarrones que se avecinan han de traer agua. Entonces entra en escena la dinamita.
Don Alfred Nobel, que la inventó, quizá no tuvo en mente que su aporte sea usado no solamente para fracturar rocas en las minas, sino para romper los tímpanos de los ciudadanos que no toleran algunos gobiernos ineptos, soberbios y despóticos.
El anuncio del gobierno es, por lo menos, una amenaza a los habitantes de las ciudades bolivianas. Sabrán ellos cómo reaccionan. Hay que esperar que todo lo que hagan sea para bien del país.
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