Hugo Muñoz Arévalo
El gobierno alemán insistía en construir en 1975 un reactor nuclear cerca de la ciudad de Friburg, al sur de Alemania. La insistencia venía acompañada de una amenaza. Se creía que la falta de un generador dejaría esta localidad sin electricidad.
Durante unos 10 años, este proyecto estuvo envuelto en protestas, e incluso un grupo de estudiantes y agricultores de la zona ocuparon los terrenos donde se iba a realizar la construcción. Todo esto obligó a unas autoridades que no auguraban nada bueno para Friburg, a abandonar su plan energético. Sin embargo, esta localidad no solo no se hundió, sino que se convirtió en una ciudad solar. Una ciudad con 50 viviendas que generan más energía de la que necesitan consumir.
A pesar de estos datos, tuvo que llegar el nuevo milenio con la catástrofe nuclear de Fukushima, para que comenzaran a aparecer medidas contra las centrales nucleares y los combustibles fósiles. En 2015 se aprobó en la Cumbre del Clima en París, limitar a 1,5 ºC el calentamiento global. Lo que requeriría una fuerte apuesta por las energías renovables. No obstante, unos años antes Uruguay ya había aprobado una nueva política energética con la que aspiraba a convertirse en un país en el que el 50% de la energía global primaria utilizada fuera renovable. Hoy, según el Banco Interamericano de Desarrollo, este país cuenta con una participación de un 56% de energías renovables, en la matriz productiva primaria. Muy por encima de la media global, que se sitúa en el 9,3%.
Por otro lado, países como Suecia, Finlandia o Croacia superan el objetivo europeo de generar el 20% de la energía a partir de fuentes renovables. Esta cifra, muy baja en comparación con los registros de países como Uruguay, sigue en descenso tras la decaída de un breve periodo de entusiasmo con la energía limpia y renovable, que apareció después del accidente nuclear japonés. En Alemania el movimiento se bautizó como Energiewende y se refiere a un cambio en el modelo energético. Esta corriente de pensamiento, que aparece como respuesta al temor a un accidente nuclear, alcanza la cima cuando logra convencer al gobierno alemán de que todos los reactores nucleares deberían estar apagados en 2022.
Porque, como explica el periodista Manuel Rico, “la energía nuclear es segura hasta que deja de serlo”. La energía nuclear es un tema tan controvertido, que puede hacer que sus fieles se conviertan en detractores en cuestión de minutos. Ocurrió con la canciller alemana Ángela Merkel, y también con el que fue primer ministro japonés Naoto Kan. Cinco años después de la catástrofe que asoló su país, y que aún aparta a más de 70.000 personas de sus casas, aparece sobre la cubierta del Rainbow Warrior, barco insignia de Greenpeace: “Antes del 11 de marzo ponía todos mis esfuerzos en vender las bondades de las centrales nucleares. Después de todo aquello tomé conciencia de que la mitad del país podría haber sido evacuado de sus hogares. Es algo que solo sucede en situaciones de emergencia como las grandes guerras. Ahora pienso que todas las centrales nucleares deberían cerrarse y haré todo lo que sea útil para que eso suceda”.
Kan no entiende que no sólo no se haya acabado con este tipo de energía, sino que, además, se estén reabriendo nuevas centrales: “No necesitamos en absoluto la energía nuclear. Hemos sobrevivido estos cinco años sin ningún apagón”.
El autor es periodista.
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