Hugo Muñoz Arévalo
Durante 75 años, la Universidad de Harvard llevó a cabo el Estudio de Desarrollo de Adultos. Este estudio se extendió tanto porque los investigadores querían asegurarse de que fuera lo más preciso posible. Porque la investigación buscaba averiguar algo que el ser humano siempre ha perseguido, de dónde viene la felicidad.
Para el psiquiatra, profesor de Medicina de la Escuela de Harvard y director del experimento, Robert Waldinger, “las lecciones no tienen que ver con riqueza, fama, ni con trabajar mucho. El mensaje más claro de estos 75 años de estudio es este: las buenas relaciones nos hacen más felices y saludables”. Tuvieron que pasar 75 años para que las personas analizadas descubrieran lo que realmente les hacía felices. Muchos creían que la felicidad se encontraba en grandes sueldos o en encontrar trabajos con largas jornadas vacacionales. Sin embargo, los que lograron estas metas se dieron cuenta de que, a pesar de esas ventajas, no disfrutaban de sus trabajos. Otros, se centraron en un aspecto más materialista, alegando que esto les aportaría el bienestar que buscaban. Pero cuando consiguieron una vivienda muy recargada, descubrieron que lo único que les reportaba, era una influencia negativa. Tardaron en ver que tener menos cosas significa contar con más espacio y más claridad mental. Ya que la luz y el orden ejercen una influencia positiva en la mente. También hubo quien sólo buscaba una casa amplia, sin importarle el entorno en el que se encontrara. Hasta que se dieron cuenta de que lo que hay fuera es tan importante como lo que hay dentro. Porque, quién no querría disfrutar de las vistas de un bosque o del campo, en lugar de mirar por la ventana para encontrarse con unos postes telefónicos.
Sin embargo, la influencia más importante se encuentra en las personas. Puede costar más apreciar este influjo, pero es el que más afecta. Puede haber malas influencias, provocadas por la llamada gente tóxica. Unas personas que no aportan nada positivo, sino que generan una atmósfera agobiante, contagian sentimientos y emociones negativas, y crean una gran sensación de ansiedad en quienes las rodean.
Sin embargo, uno no puede elegir aislarse por miedo a este tipo de gente. Ya que además de estas malas influencias, también están aquellos que pueden suponer un desarrollo beneficioso. Gente que no se siente víctima, que está automotivada y que genera en su entorno una cura al abatimiento.
Uno puede sentir que todos los que le rodean son personas tóxicas, y puede culpar al entorno de su infelicidad. Sin embargo, no siempre va a ser culpa de otro. Puede que el problema sea de uno mismo. Puede que no encaje con esas personas o en ese ambiente en que se encuentra. Como explica la psicóloga sanitaria y coach Elisa Sánchez, “a veces, necesitamos de la aprobación de los demás o nos da miedo el rechazo”. Una afirmación a la que Waldinger añade que “hay que tener relaciones de calidad, no importa la cantidad; porque vivir en medio del conflicto es malo para la salud”.
El autor es periodista.
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