Punto aparte
La quiebra administrativa de la ex Mutual La Paz ha deparado algunas secuelas que es necesario tomarlas en cuenta, para que no vuelva a repetirse este tipo de contingencias, particularmente cuando se trata de la administración de dineros de una población que pretende ser organizada y progresar.
A estas alturas del tiempo, no cabe ya discutir sobre la conveniencia o no de este tipo de organizaciones financieras. La experiencia demuestra, más bien, que existe el requerimiento público para que se las tenga y mejor cuando sean más, porque abre el terreno a la competencia.
Cuando se tiene conocimiento de la historia de Estados Unidos, sino es por razones estrictamente culturales, pueden ser también recurso para extraer experiencias históricas esenciales destinadas a la formación de sociedades y mejor todavía si están impulsadas por las ansias de crecer e incluso de adquirir fortuna.
En los casos en que se aborda esta temática, para algunas personas ideologizadas por doctrinas que han fracasado ruidosamente en la historia contemporánea, se incurre poco menos que en un pecado social, peor todavía que se luce como prosélito del capitalismo.
Pero sucede que es indispensable racionalizar temas de esta naturaleza, puesto que cuánto más se ahonda en el conocimiento y los resultados de cuestiones públicas, se extrae siempre lecciones muy provechosas, individuales y colectivas. Sea por sus fracasos o sus éxitos, ya que es bueno conocer cuáles fueron las motivaciones para uno u otro final.
Del desastre al que llegó la ex Mutual La Paz se puede extraer conclusiones muy importantes. La Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) informó sobre los factores que influyeron para su ocurrencia.
La experiencia para la propia ASFI es que desde hoy mismo nunca más debe permitir que se repitan tales eventualidades, porque de tolerancia en tolerancia finalmente se llega al abismo.
En este sentido, las exigencias de los reglamentos y disposiciones que se puso en vigencia, sin duda que han sido fruto de estudios y también de experiencias anteriores.
Entonces, la severidad de la ASFI tiene que ser constante y traducirse en acciones, es decir que no se queden en la memoria de los papeles, porque es poco menos como asumir la responsabilidad de no haber actuado a tiempo para evitar frustraciones como las que ahora se confronta.
Tanto para ASFI como para todo el sistema financiero la principal responsabilidad que tienen es garantizar plenamente la administración de recursos privados e institucionales. Dada la cuantía a la que pueden llegar las cifras, la cuestión adquiere extrema trascendencia. Si acaso no se las rodea de todas las garantías, esenciales y también las secundarias.
Porque cuando el sistema descuida hasta el más pequeño resquicio, pone en tela de juicio al conjunto de sus operadores.
Para graficar con alguna simplicidad, si el bolsillo del pantalón donde se lleva dinero tiene un mínimo de insuficiencia para resguardarlo, inevitablemente se producirá la pérdida de las monedas y de ahí para adelante la tendencia invariablemente afectará también a los billetes.
Cuando esto acontece, aunque sea en el más modesto partícipe del sistema, la consecuencia recae sobre todo el conjunto. Y esto jamás debe permitirse que vaya a suceder, porque el damnificado es el depositante, el ahorrista, el que trata de custodiar sus ingresos, por más pequeños que sean. Pero, en conjunto, la víctima es la sociedad.
A propósito, tiene que tener vigencia permanente en la vida de los pueblos aquella sentencia popular de que las fortunas nacen con el cuidado que se tiene en la administración de los centavos.
A manera de cierre de estas líneas, conviene guardar en la memoria de todos lo que sucedió en Estados Unidos. En tiempos anteriores a Colón, la historia de China cuenta que en una ocasión un grupo de sus pobladores se lanzó a la mar en pequeñas embarcaciones y se dirigió hacia el norte. Algunas llegaron a lo que hoy es el territorio estadounidense, desembarcaron y vieron que tenía pequeñas poblaciones de vida rudimentarias.
Esto es bueno tener presente, porque Estados Unidos se constituyó en lo que es la gran potencia del Norte con inmigrantes, en especial de la vieja Europa. Llegaron a ese territorio, que poco menos era un erial inhóspito y se pusieron a trabajarlo y hacerlo producir. De ahí pasaron a los negocios familiares y después a formar pequeñas sociedades y de éstas emergieron las actuales corporaciones estadounidense. Es decir, tuvo un desarrollo natural, como cuando nace un bebé y en la vida adulta, por su empeño y talento, conquista la prosperidad que, en buenas cuentas, este es el origen del capitalismo, que algunos tratan de desprestigiarlo por ignorancia.
Ello demuestra, más bien, que cuando gente trabajadora sabe aprovechar lo que tiene disponible, puede adquirir desarrollo, crecimiento y también grandeza, como la que hoy ostenta la gran nación del norte. En vez de envidiarla, lo mejor es imitarla, seguir sus mismos pasos, pero con una gran dosis de honestidad y trabajo, sin medir esfuerzos y escamotear el corto tiempo de vida que tienen los seres humanos. No siempre para ser ricos, sino para ser activos y realizadores.
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