Javier González García
Viktor Frankl, psicoterapeuta, sostenía que en situaciones extremas, donde la propia vida y la de los amigos está amenazada cada segundo, todas las acciones que la persona realiza están encaminadas a un único fin, la supervivencia. Miles de refugiados sufren cada idea en su intento por sobrevivir. Son cuantificados por los medios como individuos, números en una lista. Nadie pone nombre a los miles de historias que hay detrás de ese ingente número de personas que ven en los telediarios. Algunos han perdido a sus familias, sus amigos, todo lo que les era conocido. En estas situaciones es difícil encontrarle un sentido a la vida.
Guerra, niños con hambre, personas apelotonadas en una patera, gente indefensa, familias faltas de todo; miseria, al fin y al cabo. Estas son las imágenes que se vienen a la mente de la mayoría de las personas cuando piensan en la palabra ‘refugiado’. Casi ninguno piensa en Sigmund Freud, Frederick Chopin o Isabel Allende, grandes figuras que tuvieron que huir de sus hogares por la guerra y la persecución, al igual que el resto de los refugiados. No los colocamos dentro de la misma categoría que a Einstein o Robert Capa porque no sabemos quiénes son, no conocemos su historia, sus logros. Para la mayoría de nosotros los refugiados no son más que fotografías de personas hambrientas en una playa, números, masas sin nombre. Sentir que eres considerado un ser humano de segunda, que no mereces protección, puede hacer mella en la psique de una persona.
“Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo. Quien tiene un por qué vivir encontrará casi siempre el cómo”, dijo Nietzche. Esta cuestión se plantea a diario en las mentes de un refugiado. ¿Por qué seguir adelante? Sobre todo, aquellos que ya han perdido hasta la esperanza. Muchas familias que necesitan ayuda han sido rechazadas y enviadas a zonas donde corren peligro, donde la muerte les rodea a cada instante. Las autoridades europeas han calificado estas zonas como “seguras”. En Turquía la población kurda, que representa un gran porcentaje de los refugiados, está amenazada por los extremistas religiosos. Sin embargo, este país recibe a grupos de refugiados a diario, trasladados desde zonas donde sí estarían seguros. Los campos de refugiados presentan condiciones inhumanas, falta de alimentos, de ropa, medicinas… cada día se encuentran más llenos y los recursos escasean.
Al no recibir la ayuda de los gobiernos en los que habían depositado sus esperanzas muchos caen en la desesperación. Incluso la conducta puede ser transformada por estas situaciones límites. El afán de sobrevivir puede llevar a combatir contra hermanos y amigos para conseguir el último trozo de pan. Frankl afirmó que la situación no es determinante, que todos podemos llegar a mostrar bondad incluso a costa de la vida. “A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino”, expuso. Este autor desarrolló una corriente psicológica conocida como logoterapia. Consiste en que el paciente se enfrente al sentido de su vida mediante un diálogo sincero y confronte su conducta en este sentido
Cuando la propia vida y la de los seres queridos se encuentran amenazadas de forma continua el ser humano suele entrar en un estado de apatía. Viktor Frankl lo describió como una especie de muerte emocional que el cerebro realiza para poder soportar todo el horror que rodea a la persona. La realidad de la persona se distorsiona. Bajo la presión se manifiestan conductas inusuales como la añoranza de la soledad o sentirse juguete del destino. El pasado queda atrás y el futuro se ve lleno de incertidumbre. ¿Hasta cuándo durará esta situación? ¿Mañana seguiremos todos con vida? Son las preguntas sin respuestas que torturan la mente de los refugiados. Pero Frankl defiende que una persona puede sobreponerse al entorno, aunque no sea fácil. El sentido de la vida no debe ser algo abstracto, sino algo tangible y físico que haga que la persona tenga ganas de seguir, ganas de luchar para alcanzar así un sentido para su vivir.
El autor es periodista.
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