En meses recientes se han ido presentando numerosos indicios de una crisis socio-económica interna que al parecer habían sido superados, pero que, al contrario de todos los pronósticos, se han agravado de manera abrupta, causando la preocupación de medios oficiales y extraoficiales y sin poder pensar hasta dónde podrán llegar.
Inicialmente dicha crisis se manifestó con las derrotas que sufrió el Gobierno en las elecciones de gobernadores y alcaldes, realizadas hace un año y medio y los siguientes descalabros que debió encarar con motivo de los referéndums por las autonomías y la reforma constitucional de febrero pasado. A esas dificultades se sumaron los conflictos originados en el Fondo Indígena, que pusieron al desnudo un enorme trasfondo de corrupción que no termina de resolverse y otros no menos bullados.
Tras esos rompecabezas, la situación económica internacional, con problemas como el bajón de precios de petróleo, gas, estaño y otros (que origina multimillonarias pérdidas para el país), se complicó aún más con los virajes políticos que sufrieron Argentina, Brasil, Cuba y otros países identificados con un mismo programa ideológico, que modificaron sustancialmente el panorama internacional. En forma general, un horizonte cargado de negros nubarrones que presagian tempestad.
Por si fuera poco, ese empeoramiento de la crisis económica y social ha hecho ver problemas que en apariencia estaban resueltos, como los casos del cierre de la empresa estatal Enatex y la Mutual La Paz, que produjeron un notable resquebrajamiento acerca de la “estabilidad” económica que se anunciaba en el país, según afirmaciones de funcionarios de Estado, como el Ministro de Hacienda.
En medio de ese paisaje poco optimista, a diario el país presenta huelgas, paros, bloqueos, tales como la marcha de los discapacitados que no encuentra solución global, protestas contra el alza salarial en algunos sectores laborales como los empleados de salud, las amenazas de fracciones empresariales de cerrar sus industrias por no poder encarar el doble aguinaldo, subida de salarios, la competencia desleal del contrabando y las importaciones del Estado y particulares, etc., casos a los que se adicionan problemas climáticos tanto de nivel local como mundial, que, sin la menor duda, no deben ser soslayados por gobernantes y gobernados si no quieren que “el techo se les venga encima”, como dice un refrán callejero.
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