La noticia de perfil
Comenzaron los embates pre-invernales, resultando yo una de sus primeras víctimas, viéndome obligado a duplicar las labores a mi corresponsal del Palacio Real de la plaza Murillo, pues la cholita valluna antes de seguir los pasos presidenciales me frotaba los “ttusus” (léase, pantorrillas) con pomadas de su propia sabiduría, practicándome unas frotaditas que los cholos llamamos “milluchadas”, las que me producían aullidos de dolor.
En sus ocho horas palaciegas, la elocuente cholita se encargaba de contar a mis adversarios políticos que ella me había visto las canillas, hecho que causó gran alborozo entre los palaciegos, cuyo mayor gozo es verle las canillas a Evo, no tanto como lo hiciera la famosa señora Gabriela Zapata, a quien la Historia de Bolivia tendrá que dedicarle una líneas por contribuir con sus encantos a la mayor felicidad del presidente Evo.
Hago referencia a estos asuntos no por incurrir en chismes (que es una actividad fascinante) sino por tratar de “calentar” a muchos de mis lectores que seguramente están sufriendo los rigores de este frío pre-invernal que hoy se ensaña conmigo, inclusive al extremo de tener frías hasta mis tibias, también llamadas “ttusus”.
Aunque no soy chismoso sino algo comunicativo por el hecho de ejercer el periodismo hace sesenta años, pregunté a la cholita cochabambina nacida en Quillacollo qué dicen los palaciegos de la señora Gabriela Zapata, de quien el presidente Evo “estuve enamorado”. La espontaneidad de la cholita no se hizo rogar y entre sonrisas picarescas me respondió. “Todos los que la vieron en las dependencias del Ministerio de la Presidencia, donde ella durante bastante tiempo entraba y salía como pepa por su casa, aseguran que la Zapata es muy “churra por lo cual miraban a nuestro jefe Evo con cierta envidieja porque se comía el churrasco….”.
Todo lo que me informó la cholita reportera me pareció interesante, pero no me pareció primicial porque todo el pueblo boliviano ya lo sabía, porque los bolivianos no somos tontos, como algunos ministros creen.
Hoy público en mi columna la versión de la cholita Macacha, que no es sensacionalista, pero por lo menos alivió mis achaques pre-invernales, pues en este momento he dejado mi lecho del dolor y me encuentro remojando mis calcañares en un balde de agua caliente que me devuelve el calor para mis enfriados “ttusus” o pantorrillas, siempre masajeados por la cholita Macacha de manera exclusiva.
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