Los hombres de arado de la zona interandina del país se encuentran sufriendo los efectos de dos nuevos problemas para su economía: el contrabando y la persistente sequía que han empezado a manifestarse este año, fenómenos que al parecer se prolongarán, originando graves efectos en los agricultores. Esos dos flagelos afectan también a la economía del país y existe la tendencia a un estado de ruina de grandes alcances.
Los diagnósticos sobre el futuro de la agricultura nacional son alarmantes, pues, además de la competencia desleal de productos que ingresan de contrabando y las importaciones legales e ilegales, se enfrenta problemas estructurales que obligan a los agricultores a abandonar el medio rural y trasladarse a las ciudades, donde encuentran posibilidades de sobrevivir. Entre estas otras dificultades se encuentran los grandes resabios comunitarios y feudales que se arrastra desde hace siglos, los que en vez de ser superados se los mantiene en forma deliberada, prolongando, en esa forma, la agonía en que viven las poblaciones indígenas.
La agricultura del país permitía el abastecimiento de los mercados urbanos y rurales, pero disposiciones incompletas y políticas agrarias erróneas aplicadas desde mediados del siglo pasado, determinaron el abandono de los campos, migración a las ciudades, etc. y, por tanto, la necesidad de importar alimentos con millonarios gastos de divisas y, por otro lado, dar paso al contrabando, medidas que han originado que nuestra producción agrícola se derrumbe hasta el extremo que casi todos los alimentos que consume la población son de origen extranjero.
La reforma agraria de 1953 en la zona andina si bien liberó al hombre, no liberó la tierra y así prolongó y agravó el problema del minifundio. Pero ese error en vez de ser corregido, fue agravado por medidas legales dictadas sucesivamente desde entonces hasta el presente, provocando, por consiguiente, la crisis alimentaria que encara el pueblo.
En general, ese descuido deliberado de la cuestión agraria determinó de inmediato dos grandes complicaciones: el abandono de la agricultura tradicional en los valles tropicales para cultivar coca y la necesidad de que el Gobierno se vea ante la obligación de importar alimentos en proporciones crecientes. Esa forma de encarar la situación resultó igual o parecida a la que aplicaron otros países (como Venezuela) que carentes de producción agrícola propia debieron acudir a masivas importaciones, al extremo de agotar sus divisas y enfrentar crisis políticas de consecuencias catastróficas, de las que no está fuera de programa nuestro país.
Los programas de partidos de gobierno que aspiran o llegan a gobernar han dedicado todos sus esfuerzos a resolver toda clase de asuntos secundarios, pero abandonaron la atención del aspecto agrario, que no solo es el más importante, sino es el principal. De ahí que futuros gobiernos lo que deberán encarar en primer lugar y con carácter de urgencia, es la cuestión agraria, la misma que si no es resuelta creará las mismas condiciones de inseguridad e inestabilidad no solo económica, sino también política.
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