Pese a que hay persistencia en muchas autoridades de ver lo que ocurre en el país “color de rosa”, la realidad que se vive al día muestra que hay problemas con una crisis económica que el país no puede ignorar; por otra parte, una crisis en que “las cuestiones menudas” tienen absorbida la atención y las preocupaciones gubernamentales y se ignora lo sustantivo, lo que realmente importa; parecería que las políticas siempre negativas del “dejar hacer y dejar pasar” fuesen las que “tranquilizan” en pos de milagros o hechos que solucionen los problemas, rauda y seguramente.
Cuando en los medios de comunicación se tratan estos temas referidos a la crisis, se cree que “se está haciendo el juego al imperialismo, al neoliberalismo, a intereses creados de regímenes pasados” o, quienes lo hacen ver, son “vende patrias” y otros epítetos que tienen la intención de lastimar, herir, desprestigiar pero que, en la realidad, no le hacen mella a nadie porque nadie es todo lo que se dice y todos, sin distinción, sólo están consubstanciados con el país, sus intereses, su forma de vida y su futuro. Así se siente que es urgente, por ejemplo, combatir al narcotráfico, al contrabando y a la corrupción en forma drástica.
Han transcurrido diez años del gobierno y lo hecho es poco comparado con lo mucho que pudo hacerse con los altos ingresos que se tuvo merced a los altos precios internacionales del gas, minerales y algunas materias primas que exportamos hasta hace poco, y no porque se hayan dado pasos efectivos para aumentar la producción o descubrir nuevas fuentes de riqueza; en otras palabras y ajustándose a la verdad, la bonanza financiera que se tuvo fue consecuencia de los precios internacionales que nos favorecieron grandemente; pero, esos ingresos que pudieron ayudar a emprender el camino del desarrollo y disminuir, siquiera en parte, la excesiva pobreza, no sirvieron. ¿En qué, para qué y por qué se los derivó a límites que no debían recibir caudales de dinero tan importantes?
Llorar sobre lo hecho o, más claro, “sobre la leche derramada”, no sirve para nada; lo que corresponde, en todo caso es encarar la realidad, ver qué se hizo mal, encontrar los caminos para enmendar lo mal hecho y encaminarnos todos, en pos de conseguir resultados que satisfagan a todos; lo demás, es demagogia y populismo o es, finalmente, reclamar por algo que no tendrá respuestas, y el futuro se construye con lo que se haga en lo inmediato con miras a lo mediato que debe dar resultados positivos.
El hecho de que el Banco Central haya otorgado, entre el año 2010 y el año 2015, 20.884 millones de bolivianos (+/- 3 mil millones de dólares) a las empresas públicas (EL DIARIO 6-04-2016) y no se conozca para qué fines concretos ni a qué plazos, con qué intereses, etc., etc., muestra que, así haya habido bonanza, esas empresas no estuvieron eficientemente administradas. El caso del Fondo Indígena, descarnadamente mostrado durante buen tiempo y que afecta a todo el país y compromete seriamente al gobierno y a los mismos recipendiarios, parecería que ha quedado en nada porque nadie explica ni aclara nada. Las inversiones en empresas públicas con muchos millones de dólares y que no han alcanzado los éxitos deseados, tampoco tienen explicación. Hay proyectos, muchos de ellos buenos, que el gobierno anunció pero que no se concretaron; hay otros que también motivaron la erogación de mucho dinero y no hay claridad al respecto; el caso CAMC, tan publicitado, tan engorroso, con tanta muestra de influencias chinas, que no tiene explicación alguna y que una comisión lo declaró “limpio e inocente” (calificativos que nadie cree y que seguramente los mismos responsables oficialistas de dicha comisión tendrían serias dudas al respecto) está en medio de nebulosas que nadie entiende; en fin, hay mucho, muchísimo que habría que desgranar como de un largo “marlo de maíz” y que nunca se termina de mostrar los granos. En fin, hay tanto que es difícil decir cuánto o, si se los analiza caso por caso, sería labor interminable.
El gobierno, por la propia responsabilidad asumida el 22 de enero de 2006 sabe bien de sus falencias y debilidades; conoce que, por ejemplo, en el campo de la “nacionalización” de las empresas petroleras no hubo tal y sólo se firmaron nuevos contratos que elevaron los impuestos y las regalías -hecho muy positivo-; pero, que hasta ahora, esas empresas siguen trabajando en el país aunque sin invertir mayormente porque, si lo hubiesen hecho, a estas alturas se contaría con nuevos campos efectivos de gas que cubran nuestras exportaciones y alcancen, en demasía, a cubrir la demanda interna.
Ahora, lo que se necesita es encarar el presente con miras al mañana y no dejar rezagados los problemas: para empezar, adoptar políticas austeras en los gastos abandonando lo dispendioso e inútil como es el caso de dos palacios que el país no necesita. Hay que administrar o hacer gestión en el país porque los tiempos de “experimentos” tienen que haber pasado. Hay que crear condiciones efectivas para las inversiones tanto nacionales como extranjeras; en resumen, es preciso ver las cosas y los hechos con efectividad y, si a ello se añaden las condiciones de amor, entrega, eficiencia y eficacia junto a honestidad y responsabilidad, se puede estar seguros de los éxitos a alcanzarse; de otro modo, seguiremos en una pendiente que podría llegar a una sima muy peligrosa.
Los éxitos del gobierno son o deben ser éxitos de todos los bolivianos sin distinción alguna; igualmente, sus fracasos -tal vez soportados por el régimen- serán castigo insufrible para todos en la colectividad nacional; entonces, no correspondería que las autoridades tomen a mal lo que se les diga o sugiere y que en todo caso, es reflejo de verdades y realidades que el país vive. No caben ya los revanchismos ni las poses demagógicas para “condenar o sancionar” a quienes dicen y obran con la verdad sobre todo si se entiende que todos, también sin distinción alguna, somos hijos de la misma patria.
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