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El régimen de Nicolás Maduro ha vuelto a ingresar a un callejón oscuro. A la tensión callejera se agregó el jueves un elemento cuya dimensión las autoridades del país bolivariano no parecen haber previsto. La Santa Sede, por razones cuyos detalles son reservados, decidió anular la visita que al final de la semana entrante proyectaba realizar a Venezuela una alta autoridad del Vaticano.
En uso de su magisterio para orientar a la sociedad venezolana en momentos de crisis, la Iglesia Católica venezolana ha criticado los abusos e ilegalidades del gobierno, ahora cuestionado de nuevo con demostraciones masivas en las calles por su negativa a dar curso a un referéndum que el propio presidente Maduro ha dado a entender que podría perder. En medio del ambiente caldeado bajo el que vive el país vecino, la Santa Sede hizo saber el jueves que ha sido cancelada la visita de un alto funcionario eclesiástico prevista para el fin de semana que viene.
“Por motivos que no dependen de la Santa Sede, S.E. Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones Exteriores con los Estados de la Santa Sede, se ha visto obligado a anular su viaje a Venezuela previsto en los días 24-29 de mayo”, anunció la escueta declaración. El funcionario iba a viajar para la ordenación de un obispo en San Cristóbal, cerca de la frontera con Colombia y uno de los centros de mayor descontento.
El viaje iba a ser una oportunidad inevitable para sentir el clima político que vive el todo país, que a ratos parece como una caldera de explosión inminente. Muchos observadores suponen que esa posibilidad, y el aliento que representaría para las multitudes que presionan por un cambio en Venezuela, no agradaban al régimen. Para algunos diplomáticos, el uso del verbo “anular” en vez de “cancelar” la visita traducía la inconformidad con la decisión, forzada al margen de la voluntad del Vaticano.
Consciente del sentimiento de los venezolanos, del que diversas encuestas dicen que más de un 70% lo reprueba, el gobierno esquiva enfrentar la decisión que podría deponer al mayor sobreviviente del socialismo del Siglo XXI en el continente. (De salir Maduro del escenario, en América del Sur solo quedaría el presidente Evo Morales como representante de esa corriente). Cuando eran necesarias 200.000 firmas para activar el mecanismo revocatorio, la oposición presentó casi ocho veces más.
El gobierno sostiene que los plazos para llegar al referéndum son insuficientes para realizarlo este año y que en el peor de los casos Maduro se alejaría sólo para que asuma su vicepresidente.
Cuando hace unos días le preguntaron qué le parecía que la oposición hubiese reunido tantas firmas en tan poco tiempo, Maduro comentó: “Cómo no las van a reunir, si en las elecciones sacaron siete millones de votos”. El Consejo Supremo Electoral contabilizó 7,5 millones de votos para Maduro frente a 7,3 millones del opositor Henrique Capriles. Los analistas interpretaron la declaración como una velada admisión de una eventual derrota.
Las tensiones entraron al rojo con el pedido formal de la Asamblea Nacional venezolana para que la Organización de los Estados Americanos active contra el régimen la “Cláusula democrática” que podría llevar a la exclusión de Venezuela del sistema interamericano.
La presión sobre Venezuela para dar curso a la demanda revocatoria aumentó cuando Uruguay, a través de su canciller, manifestó su apoyo a esa iniciativa. Horas antes, el ex presidente Pepe Mujica había dicho que Maduro “está loco como una cabra”. El ex mandatario apenas matizó su reacción diciendo que “en Venezuela todos están locos. Se dice de todo y así no se va a arreglar nada”. Maduro replicó modificando algunas palabras de una canción popular que tarareó: “Estoy loco por ti, Venezuela”.
El revocatorio es visto, incluso por militares del servicio pasivo, como la única salida que podría evitar un estallido capaz de arrastrar a todas las fuerzas armadas y llevarlas a la condición en que se encontraron los militares bolivianos cuando una rebelión popular acabó con el ejército, en 1952, y dio lugar a una profunda modificación de sus instituciones.
Con los acontecimientos atropellándose, luce obvio para los observadores que la agitación cruza fronteras y llega a todos los países que hasta hace poco lucían como un bloque de izquierda, y obliga a pensar sobre las consecuencias de la intolerancia política y los abusos contra la democracia y los derechos humanos.
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