Déficit fiscal y comercial obliga a adoptar medidas


 

La caída de los precios del gas, de los minerales y materias primas que exportamos y que significa un ingreso menor de 4 mil millones de dólares anuales a las arcas fiscales, tenía que derivar en que el Gobierno decida, tarde o temprano, adoptar medidas para contrarrestar ese menor ingreso de divisas que no puede ni debe ser compensado con préstamos del exterior sino con medidas a tomarse dentro del país.

La Fundación Milenio, siempre correcta y cauta en sus análisis, dice: “La caída de los precios del petróleo y minerales, así como las devaluaciones en los países vecinos ponen en jaque a la economía boliviana y son un obstáculo real para la estabilidad macroeconómica y el ritmo de crecimiento”. Añade que “las principales debilidades de flujo (dinero) son el déficit fiscal y en la balanza comercial”. Afirma que “previsiblemente las importaciones se mantendrán en niveles parecidos a 2015, esto debido al elevado nivel de la inversión pública y a su efecto multiplicador sobre la demanda agregada”. Añade: “si los déficits en cuenta corriente son financiados parcialmente por la cuenta capital, la inversión extranjera tiene una tendencia descendente y los préstamos oficiales financian parcialmente las importaciones, es evidente que las reservas internacionales disminuirán irremediablemente”.

Los diagnósticos son precisos y preocupantes; sin embargo, el Gobierno insiste en un crecimiento del 5% para esta gestión a través de la inversión pública. Se sostiene, con mucha razón, que sustentar inversiones y gastos con dinero foráneo es peligroso y contrario a políticas de prudencia, mesura y previsión; en otras palabras, la inversión inmediata en cualquier medio productivo tendrá como resultados en el largo plazo y los créditos de todos modos demandarán el pago de intereses que agraven aún más la deuda externa del país. En cualquier circunstancia, toda inversión no debe estar respaldada por los créditos y, si se invierte, hacerlo con los propios recursos que generen la producción y el ahorro interno.

Como va la economía nacional, cualquier incremento de la inversión pública basada en déficit o en préstamos externos, lleva al incremento del mismo déficit fiscal. El problema es más grave si se tiene en cuenta que los gastos de capital subieron de 13,5% del PIB en el año 2012 al 19% en el año 2014. El déficit fiscal de ahora se financió con créditos externos y del Banco Central.

El Gobierno debe tener conciencia de que no son convenientes ni los créditos externos ni un déficit fiscal para superar la crisis de menor ingreso de divisas; es preciso, en todo caso, observar políticas austeras en los gastos evitando todo lo dispendioso y lo “faraónico” que sin necesidad y tan solo por demagogia se lleva a cabo; por otra parte, es preciso incentivar la producción de todo lo que precisamos para el consumo interno y pensando, además, en exportar todo lo excedente.

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