Desde hace decenios, diversos gobiernos nativos proclaman la necesidad de que el país alcance su seguridad alimentaria y para conseguirla dictan diversas medidas técnicas, hacen ofrecimientos optimistas y aseguran que a corto plazo la producción agrícola llenará los mercados, rebajarán los precios y empezará una época de bonanza.
Pero tan halagüeños ofrecimientos han caído indefectiblemente en el vacío y el resultado final ha sido la inseguridad alimentaria, como prueban los hechos e inclusive las informaciones, las estadísticas oficiales y pese a la nueva autoridad del Ministerio de Desarrollo rural.
En primer lugar, se registra que la baja de producción de arroz es sostenida, al extremo de que en el año 2014 se importó 80 toneladas de ese grano, manteniéndose la tendencia desde entonces hasta el presente. En segundo lugar, se constata la misma figura en relación con el trigo, grano que es importado de Argentina. Por si fuera poco, desde años atrás, la producción de quinua en el área altiplánica tiende a descender por la caída de los precios y la competencia de 20 países que se han dedicado a cultivar el llamado “grano de oro”.
Mientras las estadísticas revelan esos datos, la producción de fruta de los valles y yungas casi ha llegado a desaparecer en algunos casos, al mismo tiempo que se informa de carencia de verduras, papa, oca y otros y que han sido sustituidos por productos de contrabando. Sin embargo, como contrapartida a esa situación, el cultivo de coca sigue aumentando, inclusive a costa de la erradicación de áreas de cultivo de alimentos.
El caso preocupante es el de la quinua que están dejando de cultivar los agricultores debido al estrepitoso derrumbe del precio internacional. El respecto, 40 productores están cayendo en la ruina, pues mientras hace tres años el quintal se vendía en 2.000 bolivianos, ahora ha bajado a 350 bolivianos, “lo cual no permite ni siquiera recuperar los costos de operación” -según la Cámara de Productores de quinua.
La decadencia de la producción agrícola en general es evidente en todo el país y el déficit para abastecer la población debe ser cubierto con costosas importaciones que pasan de los mil millones de dólares al año, aspecto que permite considerar que si la situación sigue con el mismo ritmo, de forma inevitable el pueblo boliviano enfrentará situaciones parecidas a las de algunos países (como Venezuela), cuyos gobiernos dejaron de lado la cuestión agraria y destinaron sus reservas (originadas en precios altos de las materias primas) a importar alimentos, con el agravante de que las divisas disminuyen y se agotan. Ante esa perspectiva, ¿quién le pone el cascabel al gato?
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