Siempre hemos desconfiado de todo lo que dicen los masistas y jamás le creímos nada a S.E. porque diez años es mucho tiempo como para que a todo un pueblo le sigan tomando el pelo. Por otra parte, la mentira es lo que caracteriza a este Gobierno. Jamás dejamos de temer que el MAS se iba a dar modos para burlar el voto ciudadano si perdía en el referéndum pero no imaginamos que lo hiciera tan descaradamente, tanto que parece como si se tratara de una broma de mal gusto a todos quienes votaron por el No.
Es que no es cuestión de perder en una consulta popular constitucionalmente impecable, y decir, luego de tres meses, que no vale la consulta, que hay que repetirla porque resulta que una señora mintió sobre un niño, o que se utilizó desmedidamente las redes sociales, o que los norteamericanos metieron sus manos en el asunto, o como informa la agencia oficial ABI, S.E. habría sido avisado por Inteligencia del Estado que unos chilenos, camuflados de periodistas, habrían venido a Bolivia con la encomienda -al parecer muy exitosa- de “debilitar al Evo”. ¡Que no cuenten historias!
Lo único cierto es que S.E. está enamorado del poder y que además de los tres años y medio que le quedan por delante, quiere cinco más. Naturalmente que la jerarquía masista lo apoya, porque, además del poder, mantenerse arriba significa seguir manipulando la justicia, es decir tener el certificado de impunidad. Son tales las fechorías cometidas por los masistas, que saben que una nueva administración los juzgaría como debe ser, con todo el rigor de la ley.
No es aconsejable estar haciendo bromas pesadas con estos temas tan delicados. ¿Cómo reírse así de la gente? No conviene estar “interpretando” la Constitución mediante locuaces (y locos) adeptos que quieren alegrar la plácida vida de S.E. Si se continúa burlando la Carta Magna, si continúan las bartolinas, los cocaleros y los cooperativistas mineros, filosofando sobre la necesidad de que S.E. muera de vejez en el Palacio, nuestra institucionalidad se irá al demonio.
En una democracia como la que queremos vivir se tiene que respetar el voto. El fraude o el desconocimiento de la voluntad popular nos van a llevar a la desesperada situación en que hoy está Venezuela. Si la población es consciente de que su voto no vale nada, porque unos cuantos se arrogan la representación del pueblo y hablan en su nombre, entonces aparecen otras formas, no siempre las más deseadas, para hacerse escuchar. ¿Es esto algo trivial? ¿Se lo puede tomar a la chacota?
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