Earthlings (Terrícolas)

“Me parte el alma este documental, ver que somos una de las especies que más evolucionó, que razonamos, somos más inteligentes en comparación con otras especies. Creamos edificios, vehículos, podemos ir a cualquier parte del mundo, comunicarnos de todas las formas posibles. Hemos encontrado la cura a muchas enfermedades, pero de qué sirve todo esto si nos comportamos como una plaga para este planeta, una plaga que cada día consume más y más a otros seres vivos. Acabamos con la vida de muchas especies solo para satisfacer las nuestras”.

Es el comentario de un internauta a propósito de Earthlings (Terrícolas), un documental estadounidense poco difundido, ganador de varios premios en la década pasada. Y no es para menos, este impresionante documental nos muestra la verdadera historia que hay detrás de la comida de cada día, de la vestimenta que compramos, de los vicios y excentricidades que escogemos solo por placer y de otras cuestiones que conviven en nuestra realidad o en nuestros sueños trastocados.

Admito que lo vi espeluznado, por momentos rabioso e impotente, pese a que ya tenía idea de lo que esperaba. Días después lo recordaba como una oscura pesadilla que no me dejaba en paz. Pensaba que sería un espectro que me perseguiría por el resto de mi existencia. Me sentía en alguna medida cómplice involuntario de la indiferencia del hombre “moderno”, también de su sistema egoísta y dilapidador que mata inexorablemente a la vida, sí -efectivamente- el mismo que sin tapujos hace gala en los medios de comunicación de la triada materialista del “cómpralo (aunquye no lo necesites), úsalo (unas pocas veces) y deséchalo (sin piedad en el entorno)”.

Este documental quizás no cambie la vida de nadie, pero al menos sabrá que fue dirigido y producido para reflejar lo terrorífico y antinatural de este sistema instituido y aceptado por muchos. Alguien dijo: “Somos un fenómeno eficiente y en constante expansión como el Big Bang, pero de crueldad, voracidad e insensibilidad a lo no humano, a lo considerado inferior en términos biológicos, casi siempre visto como objeto o mercancía incapaz de experimentar dolor o miedo a lo desconocido”. ¿Será que Dios nos dotó de una excepcional inteligencia para eso?

En una ocasión un docente de proyectos enunció: “La ganadería extensiva es uno de los negocios más devastadores del planeta, pero no menos inofensiva que la intensiva. La primera requiere de nuevos bosques vírgenes para su desarrollo, en detrimento de espacios para la vida silvestre y el equilibrio natural. La segunda es simplemente inhumana, es incompatible con la ética”. Todo en pos de satisfacer las necesidades o caprichos de una creciente población que rinde culto al carnivorismo.

Lo que exista a raíz de las decisiones que tomemos serán libres y bajo nuestra responsabilidad. Nadie obliga a nadie a realizar lo que no se quiere. No obstante, en lo más recóndito de cada uno de nosotros hay algo inherente que brota con toda acción: la conciencia, en este caso, la conciencia ambiental.