No hay duda que un tema que tiene una difícil solución es el de la institucionalidad, mucho más aún si se trata de la institucionalidad democrática, donde existen ciertas reglas de oro que muy pocos están convencidos de cumplir, como se puede apreciar en el mundo y, en particular, en los países de la región, como se podrá observar en la nota que nos hizo llegar Álvaro Vargas Llosa, que es un conocido y reputado comentarista internacional.
Se trata del balotaje que se llevará a cabo en el Perú, cuya gravitación como país vecino y pasado histórico nos interesa a todos, especialmente cuando se trata del pasado que indudablemente en algún momento se presenta, como es la memoria colectiva, que muchos no la toman en cuenta, pero que a veces influye de manera contundente. De ahí que Vargas Llosa titula su nota como Fujimori contra Fujimori, reflejando cómo la actual ganadora de la primera ronda ahora está empatando con el segundo en la contienda, mi colega y amigo Pedro Pablo Kuczynski, pese a haberlo vencido por el doble.
“Traigo a colación, dice Vargas Llosa, la segunda vuelta electoral que se dirimirá el 5 de junio en el Perú, en la que rivalizan Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski. Lo que va de la campaña del balotaje ha sido dominado por un asunto que seguramente seguirá siendo central: la pugna de Fujimori contra Fujimori. La candidata -que por ahora va cuatro puntos por detrás de PPK (Pedro Pablo Kuczynski), aunque este domingo verán la luz nuevos sondeos- lucha a brazo partido por quitarse de encima el pasado. Y el pasado lucha a brazo partido por evitar que ella se lo quite de encima. En parte esto último se ve facilitado por el hecho de que Keiko Fujimori no puede renunciar a ese pasado sin renunciar a sí misma; ello se refleja tanto en la existencia de varios personajes cercanos al padre que forman parte de su proyecto como en el esfuerzo que hacen por recordar, directa o sutilmente, que Alberto es el verdadero numen del fujimorismo”.
“Algunos intelectuales y políticos que parecen gravitar hacia el fujimorismo se han preguntado en estos días por qué los críticos de esta corriente social y política no pueden aceptar, como la sociedad española o la chilena lo hicieron respecto de los herederos del franquismo o el pinochetismo, que la hija del dictador forma parte de una generación nueva, reconciliada con la democracia y el estado de derecho”.
“No es el propósito de este texto responder a esa pregunta. Basta mencionar que tanto en España como en Chile hubo una espera de décadas para que los votantes le permitieran a la derecha llegar al poder y que los líderes a quienes tocó tomar las riendas de sus países cuando ello se dio no tenían vínculos con los dictadores, que ya estaban muertos y de cuyos gobiernos o entornos no habían formado nunca parte. La excepción, en el caso de España, por supuesto, es Adolfo Suárez, que ganó las elecciones de 1977; pero las ganó una vez que había desmontado la dictadura e inaugurado la democracia -incluyendo la legalización del Partido Comunista-, ya convertido en un traidor para todo el “establishment” franquista”.
“Retomo la idea central. El rival de Keiko Fujimori no es Kuczynski y tampoco el pasado, sino el presente convertido en supervivencia del pasado mediante personas, símbolos y prácticas que la desmienten cada vez que ella, con buen criterio, intenta alejar esa sombra. Si lo único que sobreviviera del fujimorismo fuera el recuerdo de un régimen que robó seis mil millones de dólares, organizó escuadrones de la muerte, capturó las instituciones tras un golpe de Estado y persiguió a sus adversarios, probablemente Keiko estaría hoy por delante de PPK en los sondeos. Pero lo que hay es mucho más que un recuerdo: es una corriente muy poderosa, ligada al padre, que está preso pero en permanente contacto con su familia y colaboradores, de la que la candidata no se puede terminar de desprender. ¿Por qué no? Porque debe al padre todavía la parte del león de sus credenciales políticas y su arrastre popular en ciertos sectores, y porque la familia, representada por su hermano, el joven y agresivo Kenji, es la esencia del fujimorismo en tanto que símbolo y aglutinante de esa corriente social. Que Kenji sea el candidato más votado al Congreso así lo confirma”.
“Un factor que impide a Keiko acabar de romper con el pasado es que su padre está preso. Lo está en condiciones bastante cómodas, pero lo está. Ello convierte su excarcelación en la aspiración de gran parte del fujimorismo, por más esfuerzos que hace Keiko, y los hace de verdad, para separar el programa político del judicial. ¿Serían distintas las cosas si estuviese libre? Probablemente serían peores para su proyecto político, pues el padre tendría aun mayor poder al interior del fujimorismo. Poder, en este caso, significa, capacidad para ejercer influencia por encima de su hija”.
En consecuencia, luego de una mayor análisis sobre el tema, concluye que “lo mejor que podía ocurrirle a PPK era este psicodrama que no augura por ahora sanación alguna. Es un proceso que tiene lugar al margen de él pero del cual ha sido -allí están los más de 20 puntos que ha ganado después de la primera vuelta casi sin mover un dedo- un meteórico beneficiario. Gracias a ese proceso, los votantes que dieron a la izquierda liderada por Verónika Mendoza casi la quinta parte de los votos válidos en la primera vuelta se inclinan por su candidatura en el balotaje, a pesar de que ella y otros dirigentes de la siniestra consideran a PPK el “fujimorismo económico”.
El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.
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