Según la publicación Muy Interesante, en Estados Unidos no es obligatorio etiquetar los alimentos transgénicos porque se consideran iguales que los otros. “Para que una semilla modificada genéticamente pueda venderse tiene que cumplir la equivalencia sustancial, es decir, que, salvo la modificación para una función concreta –como la resistencia a una plaga–, en todo lo demás es exactamente igual que las variedades convencionales”, explica Soledad de Juan, de la Fundación Antama.
LEY EUROPEA
En cambio, la ley europea exige marcar los productos que contengan más de 1 % de OGM (Organismos Genéticamente Modificados). Ese porcentaje no se refiere al total del alimento, sino del ingrediente: si unas galletas contienen soja, deberán etiquetarse como transgénicas si más del 1 % de la soja lo es. “El etiquetado es la base de la elección libre y bien informada, la que se hace sin demonizar la biotecnología”.
Además, garantiza que la trazabilidad –rastreo a lo largo de la cadena alimentaria de todos los productos y transformaciones, desde el campo a la mesa– es correcta”, considera el abogado Enrique Marín.
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