Hernán Maldonado
Evo Morales está paranoico desde que Bolivia le dijo ¡NO! a sus pretensiones de reelegirse por 3ra vez a la presidencia en las aún lejanas elecciones del 2019. Denuncia y ve conspiraciones en todos los rincones del país patrocinadas, ¡cuándo no!, por el imperialismo norteamericano.
La desesperación suya y la de sus aliados en el gobierno no tiene límites y no solo rayan en la exageración, sino en el ridículo, porque en su propósito de justificar sus desvaríos megalómanos son capaces de todo, hasta de pulverizar los derechos humanos.
Morales y sus “amarraguatos” no caen en cuenta que mientras más mienten, se ganan más rechazo del electorado. Mientras más abusos cometen, la ciudadanía les da más la espalda. Bolivia, así, demuestra que está cansada de las estupideces de los discípulos de Fidel Castro y Hugo Chávez.
Por tanto, no es que alguien conspire contra el régimen cocalero. Morales y sus capangas son los que conspiran contra sí mismos por más que la propaganda oficial se desgañite proclamando a los cuatro vientos las bondades de un gobierno sobre cuyas espaldas cae ya el sol de la tarde.
El boliviano de a pie ya no cree en el gobierno del “pobre indio” (Chávez dixit) que se pasea por el mundo en un avión de 39 millones de dólares en viajes, la mayoría de los cuales sin necesidad alguna. Bolivia ¿sacó algún beneficio de que Morales haya viajado hasta Sudáfrica para la inauguración de la Copa Mundial 2010?
El pasado fin de semana realizó un viaje de 7.000 kilómetros para ir a California (en el imperio conspirador, según él mismo) para la inauguración de la Copa América. Siguiendo instrucciones de Castro, su “abuelo sabio”, no descuida de despotricar contra Estados Unidos, pero no le faltan ocasiones para llegar hasta allí con uno u otro motivo.
Pareciera desafiar al Departamento de Estado enrostrándole que fue inútil que le quitarán la visa aquellos años en que fue desaforado de la Cámara de Diputados por los asesinatos de dos policías y un soldado en Sacaba, Cochabamba.
En estas últimas semanas lo que más indigna a la ciudadanía es su tozudez de insistir en la reelección burlando el referendo del 21 de febrero, tanto como las vagabunderías de su gobierno que tratan de ser tapadas con una ventolera de declaraciones y proclamas de sus serviles.
El “pobre indio” es ahora un hombre soberbio (“monstruo”, le dijo su ex amante Gabriela Zapata) que insiste en que buscará la reelección. Tanta testarudez, tanto amor al poder, pareciera que solo tiene la finalidad de evitar la cárcel por los desfalcos en el Fondo Indígena, las adjudicaciones de contratos por millones de dólares, el vergonzoso tráfico de influencias, los asesinatos en Pando, en el Hotel las Américas, en Caranavi y la flagrante violación de los derechos humanos, algunos tan atroces, como los que padece ahora mismo el abogado de su ex amante.
Mientras el empedernido viajero gasta miles de dólares del Estado, centenares de discapacitados arrastran sus humanidades en las calles de La Paz exigiendo un miserable bono, comparado con los derroches insulsos del caudillo cocalero. Y las arrastran en medio de gases lacrimógenos, cuadros que conmueven la conciencia mundial.
¡Qué lejos está la imagen del “pobre indio” que hace 10 años se limpiaba humildemente la mano en su propia franela antes de darle la mano al rey Juan Carlos! Ahora sus tirasacos lo llaman “líder continental” o “luz que ilumina América (canciller Choquehuanca dixit) y la semana pasada hasta el ejército le dedicó una marcha. Bolivia, ¡ojalá no se parezca a la República Dominicana de Rafael Leónidas “Chapita” Trujillo!
Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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