Cultura del riesgo en seguridad vial

En la vía pública estamos más atentos al riesgo de la “soberbia” de las demás personas que a cómo transitamos por la calle. Y no es que esté equivocada la prevención frente al primer riesgo, lo malo es la carencia de percepción frente al segundo. El problema es que este riesgo vial no se percibe en la magnitud que se lo debería percibir, tendemos a minimizar el mismo, la mayoría de nosotros no percibe en su real magnitud la “amenaza” de la circulación en el tránsito cuando lo hacemos en forma imprudente e irresponsable. Un ejemplo claro de “construcción social del riesgo” constituye el cruce de calles de los peatones por lugares indebidos, cuando el semáforo está en luz verde; para los conductores acelerar el vehículo cuando el semáforo está en luz amarilla o roja; para los pasajeros el subir o descender de un vehículo en movimiento o simplemente expresar las famosas frases: “¿puedo aprovechar?”, “el semáforo está en rojo”.

Son acciones que demuestran en forma objetiva nuestra cultura de riesgo. ¿Y qué hacemos frente a estos riesgos viales?, simplemente los ignoramos, creemos que nada pasará, convirtiendo la falta de prevención en un riesgo vial que puede llevar consigo nuestras vidas.

En la misma línea, basta mirar las características de los hechos de tránsito que son demasiado frecuentes, los cuales evidencian la falta de precaución en la producción de los mismos. Veamos algunos, por más evidentes que parezcan:

La no utilización de cascos y cinturones de seguridad. Adviértase que no estoy diciendo que esos elementos no están presentes, sino que, aun estando a disposición, no se los usa (permanecen pasivos en el habitáculo del vehículo acumulando polvo, o como en el caso del casco, “protegiendo el codo del motociclista”).

Es importante tener en cuenta todos estos aspectos y preguntarnos, por ejemplo: ¿Por qué en una intersección tenemos semáforo, agente de parada, educadores viales (burros y/o cebras) y finalmente guardias municipales de transporte para hacer cumplir las normas de circulación? Este fenómeno solo se observa en Bolivia, pues en la mayoría de los países del resto del mundo observaremos que la existencia de los semáforos es suficiente para regular la circulación de vehículos y peatones. Este aspecto obliga de manera directa a las autoridades a practicar una mala administración de recursos humanos y financieros, pues el agente de parada, los educadores viales y los guardias municipales de transporte bien pudieran estar desempeñando sus funciones en otras zonas alejadas y no estar concentrados en el centro de la ciudad.

A este escenario debemos añadir la existencia de comerciantes que han convertido las aceras en tiendas, ocupándolas con precarios almacenes y voluminosos puestos de venta. Este es el resultado de una construcción social del riesgo en seguridad vial, de la cual todos hemos formado parte.

Estas prácticas no son naturales, es algo aprendido; es una construcción cultural producto de nuestra historia y por lo tanto, puede ser modificada.

El problema es que en este tipo de situaciones que podemos denominar “esparcimiento vial inadecuado”, que criticamos, o a veces estamos disconformes, pero igual participamos en él, transitar se convierte en un juego de poder, que aparenta ser inevitable, obligatorio y por eso, difícil de ignorar, aspectos que incluso nos provocan enfado en algunos casos, aun cuando sabemos que nuestra conducta es imprudente e incorrecta.

Entonces surge el término cultura de prevención, cuyo “éxito” se refleja en la adquisición de hábitos preventivos por parte de los individuos, quienes si previenen considerarán que hechos de este tipo son evitables y por consiguiente existirá una reducción de riesgos viales.

El autor es docente UNIPOL.