Especialistas petroleros del mundo han señalado, desde siempre: la extracción del petróleo y derivados debe ser paralela a labores de prospección, exploración y explotación de nuevos campos. En Bolivia, especialmente en los últimos diez años, con las autoridades “ilusionadas” con el cambio de contratos (no nacionalización) a las empresas extranjeras que explotan antiguos campos de petróleo y gas, no se ha dado un solo paso que permita asegurar el aumento de reservas.
El auge de los precios ha sido motivo mayúsculo para “contentos” populistas porque había ingreso de divisas y, parece, no había mayor preocupación por el futuro. Las consecuencias de políticas nada previsoras las está pagando ahora el país: ha disminuido la producción de gas y no se sabe qué hacer. Lo mismo o peor ocurre con el petróleo porque seguimos con la producción mínima de hace muchísimos años y tampoco hubo preocupación por encontrarlo en el territorio que, se dice, es “petrolero y gasífero” para los optimismos demagógicos de quienes quieren que “las alegrías de lo poco que hay duren eternamente”.
El cambio de contratos que solo ha significado incremento de impuestos y de regalías, ha determinado poco interés en las empresas extranjeras y no han hecho las inversiones que debieron en los campos de prospección, exploración y explotación; lo poco que se hizo, como es el caso Lliquimuni, ha fracasado. Todo se ha reducido a seguir con la explotación de gas en campos antiguos, muy anteriores a los últimos diez años; una década que no sirvió para nada porque no se invirtió, no se estudió, no se planificó, no se investigó posibilidades de nuevas áreas hidrocarburíferas.
Las prevenciones y previsiones de entendidos (muchos de ellos ex–ministros de energía e hidrocarburos) en sentido de que parte de los ingresos había que destinarla a la exploración de nuevos campos, no sirvió, se hizo caso omiso de dichas sugerencias basadas en experiencias y conocimientos. Hoy estamos con que ha disminuido la cantidad de gas exportable a la Argentina y al Brasil y, nada raro, en poco tiempo más se tenga que confrontar alguna disminución en el uso interno; pero seguimos con la “cantaleta” de que “seremos el centro de energía de Latinoamérica” que, hasta ahora, se basaba en la explotación de gas y, lo más, en una mayor producción de energía hidroeléctrica.
El gobierno, de consuno con las empresas extranjeras, tiene que ver seriamente el caso y no esperar que los campos queden totalmente secos; se debe pensar, además, que si se invierte en el día, se abre nuevos pozos, se crea nuevos campos en sitios donde se tiene plena seguridad de la existencia de petróleo y gas, ambos no surgirán de inmediato y se requerirá de mucho tiempo para que su producción abastezca para el consumo interno y para la exportación. Es preciso pensar que solamente adobes de tierra pueden surgir en el día con mezcla de tierra, paja y agua; el tema de los hidrocarburos es diferente, distinto al trabajo de cualquier industria extractiva.
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