El país enfrenta las consecuencias de políticas que no han previsto para el futuro y este error data de muchas décadas: el pasado cifró su “potencial” económico en la explotación de minerales -estaño, especialmente- y su exportación porque no teníamos las condiciones para darles valor agregado; las materias primas que podían cubrir la demanda interna y cuyos excedentes servirían para la exportación, no se las tomó en cuenta y nada se hizo por diversificar y mejorar cuantitativa y cualitativamente la producción. El que ingresen divisas por las ventas de minerales - con precios bajísimos fijados por los compradores- fue motivo casi de contento y resignación.
Idéntica situación se produjo en los últimos diez años: hubo contentamiento y se hizo mucha demagogia y populismo debido a los ingresos por las ventas de gas, cuya producción es debido a lo que otros gobiernos hicieron y que el actual ha podido disponer a manos llenas sin haber hecho algo en las áreas de prospección, exploración y explotación de nuevos campos; como complemento, el precio de los minerales ayudó al logro de ingresos mayores a los conseguidos en décadas anteriores; idénticos resultados dieron las exportaciones de materias primas, como es el caso de la soya; pero, ¿qué se hizo por incrementar la producción de petróleo, gas, minerales y materias primas exportables? Antes y ahora se vive de lo hecho en el pasado. El futuro tendrá poco que agradecer a los gobiernos de los últimos sesenta años.
Criticar o sufrir lo hecho, nada trae al país y solo podrían servir las experiencias pasadas que muestran la incapacidad para ser previsores, prudentes, atinados, conscientes de realidades y tener convicción de que gobernar es hacerlo para el país del ahora y, previsoriamente, para el futuro; en otras palabras, dar consistencia actual y futura a lo que se haga y no dejar que las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” se encarguen de lo que no les corresponde realizar porque es solamente responsabilidad de quienes manejan el país.
Ahora, hay certeza de que es preciso fortalecer y diversificar la economía y, para empezar, habría que tomar conciencia, honesta y responsablemente, de la urgencia de abandonar las políticas que significan despilfarro, como adquisiciones inútiles, construcciones prescindibles, gastos onerosos en viajes sin utilidad, inversiones en industrias que no dan resultado alguno y no poner trabas a la actividad privada que estaría dispuesta a contribuir a la adopción de políticas austeras y constructivas para un desarrollo armónico e integral del país.
La crisis y necesidad de tomar conciencia de realidades muestra caminos muy claros para actuar y, si no se toma las medidas pertinentes en lo inmediato, se puede asegurar que lo mediato será muy oscuro y será muy difícil ver la luz de las realizaciones cuando no se ha tomado las medidas que el momento señala con diáfana claridad.
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