Dietética - Salud
Comer patatas cocidas, horneadas, en puré o, sobre todo, fritas más de tres veces a la semana incrementa la mayor probabilidad de desarrollar hipertensión arterial.
La patata es uno de los alimentos básicos de la dieta mediterránea. No en vano, se trata de una planta muy nutritiva y de fácil digestión que, además, puede cocinarse de multitud de formas diferentes. Sin embargo, y como sucede con casi todo en esta vida, su consumo debe llevarse a cabo con modera-ción. Pues si bien algunas investigaciones pu-blicadas en los últimos años sugieren que la patata podría ayudar a controlar la presión arterial –no en vano, es una fuente de potasio–, podría ser que, en realidad, no fuera así. O cuando menos, cuando su consumo es excesi-vo. De hecho, un nuevo estudio dirigido por investigadores del Brigham and Women’s Hospital de Boston (EE.UU.) alerta que comer más de tres raciones de patatas cocidas, hor-neadas o en puré conlleva un incremento del riesgo de hipertensión arterial en los adultos. Un efecto que, en el caso de las patatas fritas, resulta incluso mayor.
Como explica Lea Borgi, directora de esta investigación publicada en la revista “The BMJ”, “en nuestro estudio, los participantes que no tenían unas cifras elevadas de presión arterial en el momento de su reclutamiento y consumieron cuatro o más raciones semanales de patatas, ya fueran cocidas, horneadas o en puré, tenían un mayor riesgo de desarrollar hipertensión que aquellos que comían una o menos raciones mensuales”.
¿FRITAS O DE BOLSA?
Para llevar a cabo la investigación, los inves-tigadores analizaron la evolución de 62.175 mujeres participantes en el Estudio de las En-fermeras (NHS), de 88.475 mujeres incluidas en el Estudio de las Enfermeras II (NHS II), y 36.803 varones participantes en el Estudio de Seguimiento de la Salud de los Profesionales. El único requisito era que ninguno de los parti-cipantes tuviera unos niveles elevados de pre-sión sanguínea en el momento de su recluta-miento.
Los resultados mostraron que, comparados frente a aquellos que consumían, como mucho, una ración de patatas al mes, los participantes que tomaban cuatro o más raciones de patatas cocidas, al horno o en puré tenían un riesgo un 11% mayor de padecer hipertensión. Un efecto perjudicial que resultó incluso más acusado en el caso de las patatas fritas –la probabilidad fue de un 17%.
Si se sustituye una de las raciones diarias de patatas por un vegetal sin almidón se reduce el riesgo de hipertensión según Lea Borgi.
Y llegados a este punto, ¿qué sucedió con la presión arterial de aquellos que tomaban pata-tas fritas de bolsa? O lo que es lo mismo, las denominadas ‘chips’. Pues según el estudio, nada: las patatas fritas de bolsa no aumentan el riesgo de hipertensión.
SOLUCIÓN: NO ABUSAR
Pero este mayor riesgo de hipertensión, ¿no podría ser consecuencia de otro factor que no fueran las propias patatas? Pues según los resultados, no. De hecho, indica Lea Borgi, “de forma adicional observamos que si uno de los participantes sustituía una de las raciones dia-rias de patatas cocidas, horneadas o en puré por un vegetal sin almidón se producía el efec-to contrario. Es decir, el cambio se asociaba con un menor riesgo de hipertensión”.
Sin embargo, los propios autores reconocen que “dado que se trata de un estudio observa-cional, existe siempre la posibilidad de que nuestros resultados pudieran en realidad obe-decer a otra causa que no hemos sido capaces de considerar en nuestro análisis”.
Así, y por ejemplo, el estudio no especifica qué tipo específico de patata era consumido por los participantes, si bien los investigadores suponen que se trataba de patata blanca “al ser la que más comúnmente come la pobla-ción”. @abc_saludMadrid
A. Otero
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