Hugo Muñoz Arévalo
Después de vivir una vida llena de sueños, muchas personas de avanzada edad acaban aislados del mundo tras el fallecimiento de su pareja. El aislamiento suele ser involuntario. Y se basa en el sentimiento que tienen estos ancianos de no querer estorbar.
Este estado de soledad suele ser similar a la depresión y a la ansiedad según varias posturas psicológicas. Sin embargo, hasta hace poco este sentimiento de vacío no se consideraba un verdadero problema psicológico. Porque, tal como presenta un estudio financiado por el Instituto Nacional del Envejecimiento, e incluido en el libro “Sufrimiento por viudez en la vejez”, la mayoría de los que pasan de los 65 años, suelen superar la muerte de su pareja en poco tiempo.
Pero no son solo los más mayores los que se sienten abandonados. La soledad crónica es una enfermedad que puede sufrir cualquiera, con independencia de su edad. Un grave problema que puede llevar a la resignación, además de acarrear males físicos como la elevación de los niveles de cortisol, lo que aumenta el estrés. Todo esto puede traducirse en un incremento del 26% de las probabilidades de mortalidad.
Lejos de este problema se encuentran aquellos que escogen vivir solos, pero no en soledad. Porque cada vez son más las personas que deciden vivir solas. Sin embargo, evitan aislarse. Aunque ahora los hogares de una sola persona suelen estar ocupados por jóvenes de 20 a 30 años, la catedrática en Demografía de la Universitat de Barcelona, Isabel Pujadas aclara que “vivir solo a edad avanzada es un fenómeno favorecido por las mejoras en las condiciones de salud y las ganas de independencia a cualquier edad”. Juan Díez Nicolás, catedrático emérito de Sociología de la Complutense de Madrid, explica que las redes sociales hacen que tener compañía sea ahora muy fácil. “La gente no quiere ataduras, sino tener la sensación de libertad, salir con una persona, pero no renunciar a otras. Este individualismo responde a un exceso de recompensa del ego vinculado a la libertad de consumo”.
Por otro lado, la socióloga y escritora Ángeles Rubio, opina que “lo que es una pena es la soledad en compañía. Porque poder vivir solo es un síntoma de calidad de vida”. Y concuerda con ella un comentario anónimo registrado en una de esas redes sociales que se pronuncia de la siguiente manera: “Soy parado de larga duración, tengo 53 años. No tengo familia directa y me encuentro en una situación económica muy límite. Pero mis intereses profesionales y culturales no. Sin embargo, a falta de dinero, no puedo ir a ver una exposición a un museo, o moverme en temas culturales. Y ya no solo por el pago de la entrada sino también por el gasto de la movilidad que conlleva ir y volver de los sitios. Por eso muchas veces me siento solo y huérfano. […] Mi soledad no solo es física, es también cultural, intelectual y profesional. Porque todas ellas sin dinero en el bolsillo no se pueden realizar”.
El autor es periodista.
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