Juan Bautista del C. Pabón Montiel
La presidenta chilena Michelle Bachelet ha declarado con cinismo que las aguas del Silala se las “utiliza hace miles de años”. Naturalmente que los manantiales tienen miles de años y, como de costumbre, fueron abandonados por los bolivianos, al igual que las fronteras. Chile de un zarpazo se adueñó del inmenso y rico Litoral en 1879; de otro sablazo desvió el río Lauca, de curso internacional. Y ahora, para legalizar el robo, invoca que son de “río internacional dichas aguas”.
La voracidad araucana tiene viejas raíces en sus necesidades de territorio, agua dulce y energía eléctrica. Por lo tanto Bolivia debe denunciar ante la CIJ la impostura y el intento de robo. Por otro lado, nuestro país tiene que tomar medidas jurídicas, diplomáticas y de protesta internacional por la tentativa de legitimar lo ilícito.
No tenemos que buscar, señores, culpables, que los hay: los primeros son los bolivianos que proseguimos con rivalidades aldeanas, novelas de mal gusto, para distraer la atención interna, y sin gobernar con seriedad, ocupándose don Evo Morales de los partidos de la “Copa Centenario” en EEUU (1) y descuidando las fronteras, como en el caso presente. El segundo es Chile, que conoce nuestras debilidades y mentalidad como nación; tiene un Ejército poderoso capaz de adueñarse de Oruro y Potosí en menos de dos horas. Lo que sostenemos está citado en “Geopolítica” del señor Augusto Pinochet, que es una manual militar para avanzar a territorio nuestro.
El tercer problema es de seguridad nacional. ¿Cómo enfrentar la nueva agresión?
Previamente, revisemos la historia que interpreta con fidelidad la Guerra del Pacífico. El diplomático Alberto Gutiérrez en su obra “La Guerra de 1879. Nuevos esclarecimientos”, editada en 1976, en la pág. 15 dice que “la Guerra del Pacífico, aunque ha terminado en su desarrollo bélico, no está liquidada en su consecuencias políticas” (2).
En la página 19, con el subtítulo: “Dificultades para la Ejecución del Tratado de 1866”, sostiene: “Es notorio que el origen de las contradicciones entre Bolivia y Chile, fue el descubrimiento de yacimientos de guano y de salitre en el desierto de Atacama en el curso del año 1842. Antes de esa fecha, la posesión de esos territorios áridos e inclementes no había sido codiciada ni discutida. Desde ese instante, la controversia se hizo ardiente y todas las armas de la argumentación histórica y geográfica fueron utilizadas para sustentar el uno o el otro derecho. Como término de esta controversia y a título de represalia por la ocupación chilena de territorios bolivianos entre los paralelos 26 y 23, el congreso de Bolivia dictó el 5 de junio de 1863, una ley de autorización al poder ejecutivo concebida en los siguientes términos.... (3).
Como se entenderá, la agresión de Chile es vieja, nunca ha reparado en ir a una guerra de conquista, para la que estuvo preparado, no así nuestro país.
También dice don Alberto en su libro: “Antes de llegar a esos extremos -se refiere el autor a la declaratoria de guerra de nuestro país- el gobierno de Bolivia intentó todavía un recurso amigable, enviando a Chile como negociador de transacciones pacíficas al prestigioso personaje don Tomás Frías. Esa misión fracasó, lo mismo que las que le habían precedido. Se encontraban en este estado de tirantez las relaciones entre ambos países cuando surgió, como efecto de la situación social y política determinada, la dictadura de Melgarejo, como gobierno de la república de Bolivia. En otro estudio* hemos referido las incidencias que se produjeron con motivo de la misión diplomática enviada por el gobierno de Chile en 1866 y encomendada al señor don Aniceto Vergara Albano, de esclarecida memoria.
El movimiento de acercamiento o de reconciliación que había aconsejado el envío de esa embajada diplomática fue determinado por el conflicto con España, que produjo honda inquietud en estos países y que hizo nacer el pacto de la Unión Americana. Hasta aquí, vemos a los hombres marchando ciegamente, empujados por acontecimientos de un orden superior y trascendental. Una vez llegado el señor Vergara Albano a tierra boliviana, deberían comenzar esos mismos hombres de tarea consciente que les incumbía que iniciaban bajo los deplorables auspicios que hemos recordado”.
Prosigue don Alberto: “Obra imperfecta de esos estadistas y de las circunstancias bajo las que habían actuado, fue el tratado de límites de 9 de agosto de 1866. En virtud de dicho pacto, Bolivia renunció a los derechos que hasta entonces había sustentado y aceptó la fijación del paralelo 24 como frontera internacional con la república de Chile. La zona comprendida entre los paralelos 23 y 25 debía ser de explotación común”.
La renuncia a patrimonio nuestro fue una melgarejada trágica para el país hasta hoy, con sus gravísimas consecuencias en la guerra de 1879.
Referencias
(1) Bolivia perdió ante Panamá un partido de fútbol, en un torneo que no tiene interés ante la emergencia nacional por la presencia chilena en nuestras fronteras.
(2) Primera edición del libro “La Guerra de 1879. Nuevos esclarecimientos”, de don Alberto Gutiérrez, 10 de octubre de l976.
(3) Se refiere a la declaratoria de Guerra de Bolivia autorizada por el Congreso Nacional.
(*) El asterisco es del autor de “El Melgarejismo”, La Paz, 1916, don Alberto Gutiérrez.
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