Todos sabemos que el ser humano se comporta, en ocasiones, con maldad. Está confirmado que los hombres tienden a obrar con maldad. Y toda maldad es perniciosa. Existen incluso ahora hombres a quienes caracteriza su maldad y les es difícil reprimir sus impulsos malvados. De esto deriva que todo aquel que se sitúe fuera de una sociedad, en un “estado de naturaleza”, al no reprimir tales impulsos representaría el más puro salvajismo.
Por las condiciones en las que el hombre se ha visto forzado a existir, en sociedad y en contacto con otros semejantes, ha perdido su bondad, la cual existía y existe aún, en ciertas sociedades “primitivas”.
Es una cuestión personal abrazar una u otra postura, tanto la de que la sociedad humaniza y evita el mal, como la de que corrompe y da salida a dicho mal. Y es indiferente porque seguramente el mal, cualquiera sea su origen, late en algunas personas.
La maldad es también malicia, que se refiere a la mala intención con la que se dice o hace algo. Implica un tono ofensivo al referirse a algo o a alguien, por quien lleva en sí una propensión hacia lo malo.
La malicia se traduce como un sentimiento inclinado a lo maligno, ya sea por el propio comportamiento o para inducir a otro a obrar mal, para aprovecharse de una situación o persona o para evitar el cumplimiento de una obligación o norma.
La malicia es un sentimiento que induce a alguien a actuar mal, a aprovecharse de otro, a sacar provecho de una situación o a evitar el cumplimiento de las normas éticas, sociales o jurídicas.
Una interpretación maliciosa de las actitudes humanas se traduce en creer, sin argumentos sólidos, que las personas han actuado de una determinada manera para provocar daño.
La malicia es un concepto empleado con frecuencia en las Ciencias Jurídicas. En Derecho Procesal la malicia se manifiesta cuando se interpone recursos innecesarios para dilatar sin necesidad un proceso, cuando se hurta expedientes o documentos probatorios, o cuando se incorpora a la causa testigos falsos o no se brinda domicilio para ser notificado, etcétera, violando los principios de lealtad y buena fe. Esto ha pasado con un ponderado abogado, a quien con maldad, con malicia, se le ha impuesto sanciones para ocultar delitos, corrupción, y desaciertos oficiales.
A todo esto se suma la carencia de principios y valores de ética y moral por parte de autoridades circunstanciales del gobierno, de fiscales y jueces que están sometidos vergonzosamente a quienes piensan que estarán siempre en el poder y actúan con malicia, con maldad, además desconociendo normas procesales, sin respetar los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Que sirva de reflexión a quienes desconocen la Teoría de los Valores. Por esa conducta hacen ver que no tienen ni idea de lo que son ética y moral.
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