Yuri Mirko Ríos Madariaga
Miro el calendario, tu llegada se aproxima inminentemente. Desde mi ventana ya percibo la humareda que baja de la cordillera Real de los Andes, sus cumbres nevadas no son obstáculo. Grisácea, envolvente y venenosa para cualquier forma de vida. Se la ve algo distante, viene de tierras bajas. Sin duda, anuncia el comienzo del infierno anual, el verdugo despiadado de los bosques tropicales y mi tortura personal.
Es junio, tu víspera está próxima. La gente camina como autómata, indiferente a todo. La “tecnología de la metamorfosis” la apartó del contacto con lo natural, la encegueció a tal punto que no se fascina con el azul del cielo invernal o el infinito estrellado. No obstante, te espera con ansias, desesperada. Escucha tus ofertas tentadoras, entre jolgorios y salchichas. Compra tus juegos pirotécnicos, mientras más despampanantes mejor. Tu noche, la más nefasta del año, se acerca.
No hablaré de tus rituales y supersticiones, tampoco hablaré de tu origen, está por demás sabido que es pagano: la exaltación al fuego. El viejo mundo te concibió hace mucho, no pensó en lo nocivo que resultarías porque vivió solo para sí. Su efímero paso dejó devastación y extinción de especies al más puro salvajismo del “far west”. La codicia y el placer fueron su única ley.
San Juan, otra vez tu amargo espectro surgirá de la noche de los tiempos. Humo, gases tóxicos, en fin, desenfreno y contaminación por doquier, serán el fiel reflejo. Los pirómanos se las ingeniarán para aplacar su voraz apetencia. No, no es la misma que la del hombre del paleolítico, es una conducta o tendencia enfermiza, retrógrada.
Aunque no lo creas, hay voces que te defienden a capa y espada. “Tradición familiar”, “cultura popular”, “legado ancestral”. Las justificaciones abundan, pero las califico de falsas e inconscientes, marcadas de egocentrismo, el mismo que dilapida los recursos naturales. Tus seguidores no quieren darse cuenta de que intercambian su futuro inmediato, su bienestar y la de su descendencia por un hecho pasajero que nos asfixia por igual, pese a las normas ambientales. Mienten cuando dicen que eres la noche más fría del año, y tú lo sabes mejor que nadie.
En épocas precolombinas, cuando el suri y el guanaco vagaban sin peligro en el extenso altiplano, sí, cuando Tiwanaku y Teotihuacán deslumbrarían a los conquistadores españoles por sus portentosas construcciones, las pródigas tierras de Abya Yala te acogerían en su seno con la inocencia de un niño.
En tu víspera cerraré mis ojos e imaginaré un mundo con aire más limpio.
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