Murió un ejemplo de vida, Dn. Pedro Rivero Mercado

Cuando un buen amigo se va y se sabe que transita por un paraíso que él querría para nuestro país, cual es el caso de Dn. Pedro Rivero Mercado, abogado, escritor, periodista e intelectual que dirigió durante muchos años el diario El Deber de la ciudad de Santa Cruz defendiendo los intereses nacionales, quedan en el corazón y el alma sensaciones de vacío, de saber que él podía dar mucho aún y que, con su espíritu era capaz de insuflar en los suyos, en sus amigos y en el pueblo al que sirvió muchas condiciones de vida, de valores y principios.

Dn. Pedro Rivero Mercado hubiese cumplido el próximo 19 de octubre 85 años de vida; pero, parece que en el sitio que hoy tiene junto a Dios, había una especie de necesidad de tenerlo antes. En el tiempo de su vida fue ejemplar en todo sentido y bien se puede decir que fue un buen hombre, que el tiempo lo hizo un gran hombre dedicado y consubstanciado con los intereses de su país; no sólo como abogado sino como fiel intérprete de sus propias virtudes no transigía en forma alguna con el mal; al contrario, lo combatía y creía, con firmeza, que nada ni nadie debe separar al hombre del recto camino, de la senda que significa amor, constancia, equidad, ecuanimidad y justicia. Creía firmemente en los valores de la libertad y abrazó, con responsabilidad y veracidad la libertad de expresión al dar a sus escritos el espíritu y vigor necesarios.

Escribió sobre diversos temas: editorialista de primer nivel para El Deber, consciente y seguro de los temas que conocía, escribió sus libros que merecen ser leídos y aprovechar las enseñanzas que en cada una de sus páginas muestra como lecciones para un buen vivir rechazando todo lo que significa desmedro del bien. Recibió honores y condecoraciones debido a sus cualidades humanas, morales y profesionales; pero, en general, toda honra que haya recibido es incomparable con la honra de saber que su recuerdo y sus enseñanzas permanecerán en su familia y en su pueblo al que dedicó su vida.

Quienes lo conocimos y valoramos su amistad, sabemos de su espíritu de gran señor; supimos de su amor y dedicación por los miembros de su familia como su esposa y sus hijos porque sabía que en ellos estaba insuflado su espíritu que, si bien abandonó su cuerpo, no periclitará jamás porque se hace esencia y voluntad de la grandeza de Dios.

Colega como Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua a la que ingresó por sus grandes méritos, sentía que el idioma es nexo de unidad, que la palabra es mensaje de paz y amor y que los pensamientos y sentimientos que se escriben deben ser de entrega y servicio. Conocedor del idioma, supo engranar debidamente cada palabra hasta conseguir que sean mensajes de servicio a la justicia y a la libertad. Sabía de las limitaciones humanas, las comprendía y sabía lo que es perdonar los yerros ajenos porque él sentía que Dios al perdonar siempre al ser humano, lo hacía como un homenaje a la creación de todo lo que hace a la vida de la humanidad que busca amor, fraternidad, entendimiento y paz entre todos.

Dios, en Su infinita bondad, tiene en su seno a un hombre que fue bueno y justo, que supo de amor entrañable a su patria, a Santa Cruz, su tierra natal, a su familia y a quienes, aunque distantes muchas veces, aquilatamos sus méritos.