Clepsidra
Tras una providencial llamada de Jesús, el nombre del vecino que alertó a la policía sobre la existencia de un sujeto que insólitamente revoleaba unas bolsas de dinero, tratando que éstas traspongan el muro del convento situado al frente de su casa, una patrulla que se hallaba en las inmediaciones capturó a José López, ex secretario de Obras Públicas de la Argentina, quien, de esta manera, estaba demostrando a su país y al mundo la forma obscena como su gobierno ocultaba el fruto de sus ganancias mal habidas. Cerca de 9 millones de dólares; un cuarto de millón de euros; valiosos relojes de marca; y una ametralladora era el contenido de ese alijo que el ex “dignatario” trataba de ocultar en los mismos aposentos sagrados de las Hermanas de Nuestra Señora de Fátima.
Es muy posible que este insólito suceso no hubiese tenido mayor trascendencia, de no mediar su concomitancia con varios escándalos similares que ese mismo día se vinieron suscitando en nuestra América latina, como la acusación de la Fiscalía brasileña formulada a un tercer ex ministro del régimen izquierdista de Lula da Silva y Dilma Rousseff, salpicado por la corrupción de Petrobras, ese escándalo que según la revista americana Forbes incrementó el patrimonio del otrora humilde tornero hasta los 2 billones de dólares, al igual que el de su hijo Lulinha, socio principal de OAS, la empresa que nos iba a partir el Tipnis.
Lo paradójico de esta realidad es que ninguno de los dictadores militares que gobernaron esa nación incurrió en semejante corruptela, como es el caso de Castelo Branco, Costa e Silva, Garrastázu Médici, Ernesto Geisel, y Figueiredo. Fueron 5 generales presidentes que no se metieron en negociados, no se enriquecieron ni recibieron coimas de empresas beneficiadas durante sus gobiernos, razón suficiente para que no hayan sido procesados como en Chile, Argentina u otros países.
A la luz de lo que viene aconteciendo actualmente, quizás este referente sea el último recurso moral al que deban acudir los brasileños, de la misma forma que para nosotros fueron los indígenas, antes de revelarse como hábiles administradores del Fondo Indígena.
Por su parte, la primera dama del Perú, Nadine Heredia, acaba de ser arraigada por la justicia y debe explicar el lavado de activos provenientes de graciosos obsequios del micomandante Chávez, con los millonarios recursos del pueblo venezolano, que ahora pasa hambre y miseria gracias a este irresponsable despilfarro. Una incalculable fortuna dilapidada por un régimen populista, cuyo destino está siendo investigado por la Asamblea Parlamentaria venezolana, que ha confirmado el envío de millones de dólares a parásitos políticos, como los partidos españoles que hoy alzan las banderas de ese funesto populismo izquierdista.
Acorralados por su corrupto accionar contra sus pueblos, Nicolás Maduro, Lula, Dilma, Cristina Fernández y sus cómplices, ahora se empeñan en demostrar que no son ladrones sino descuidados y víctimas de sus funcionarios más cercanos, que se dieron a la tarea de robar sin parar y medio país lo sabía, pero ellos no. Sea lo uno o lo otro, su tiempo llega al fin, al igual que la corrupción globalizada.
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