El sabio indio Narada partió en peregrinación hacia el templo del Señor Vishnú. Una noche se detuvo en una aldea y le dieron asilo en la choza de una pobre pareja. A la mañana siguiente, antes de que marchara el hombre le dijo a Narada: “Ya que vas a ver al Señor Vishnú, pídele que nos conceda un hijo a mi mujer y a mí, porque son muchos años ya los que llevamos sin descendencia”.
Cuando Narada llegó al templo, dijo al Señor: “Aquel hombre y su mujer fueron muy amables conmigo. Ten compasión de ellos y dales un hijo”. El Señor, de un modo terminante, le replicó: “En el destino de ese hombre no está tener hijos”. De modo que Narada una vez hechas sus devociones, regresó a casa.
Cinco años más tarde emprendió la misma peregrinación y se detuvo en la misma aldea, siendo hospedado una vez más por la misma pareja. Pero, en esta ocasión había dos niños jugando a la entrada de la choza.
“¿De quién son estos niños?”, preguntó Narada.
“Míos”, respondió el hombre.
Narada quedó desconcertado. Y el hombre prosiguió: “Hace cinco años, poco después de que tú te marcharas, llegó a nuestra aldea un santo mendigo. Nosotros le dimos hospedaje aquella noche. Y a la mañana siguiente, antes de partir, nos bendijo a mi mujer y a mí. . . y el Señor nos ha dado estos dos hijos”.
Cuando Narada lo oyó, no pudo esperar más y marchó inmediatamente al templo del Señor Vishnú. Una vez allí, gritó desde la misma entrada del templo: “¿No me dijiste que no estaba en el destino de aquel hombre el tener hijos? ¿Cómo es que ahora tiene dos?”.
Cuando el Señor le oyó, rió sonoramente y dijo: “Debe de haber sido cosa de un santo. Los santos tienen el poder de cambiar el destino”.
El canto del pájaro - Anthony de Mello
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