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La audiencia escuchaba atenta el diálogo de Gordon Gekko (Michael Douglas) con su directorio. “Mi libro dicta: o lo hacen bien o están eliminados… No soy destructor de empresas. Soy su liberador. La cuestión es, señores y señoras, que la avaricia es buena (Zhdanost – ¡eto khorosho!)”. El público entusiasmado aplaudió a rabiar.
Eran nuevos dirigentes comunistas en la Rusia de Gorbachov que asistían a la película “Wall Street” en el salón Lenin de la Escuela de Altos Estudios del Partido Comunista. La anécdota la cuenta David Remnic en “Lenin´s Tumb” (pág. 307, Random House, 1993). Gekko expresaba el más puro capitalismo salvaje que se asomaba sin filtros en la tierra de la revolución de octubre donde, pocos años antes, hablar así habría sido un crimen.
El episodio viene al encuentro de la tragedia que ha sobrevenido con Enatex, Ametex antes de ser estatizada hace casi cuatro años, en un éxtasis político bajo la creencia de que el estado iba a dirigir mejor la empresa textil que llegó a vender en Estados Unidos más de 50 millones de dólares al año y daba trabajo directo a unas 1.000 personas.
Eran tiempos de las tarifas preferenciales para los países andinos acordadas por Estados Unidos en compensación por la lucha anti-drogas. Las perspectivas de la empresa eran de crecer y convertirse en la principal generadora de miles de empleos modernos. Tenía contratos con Nautica, Lee, Tommy Hilifiger. Ud. diga la marca y ahí tenía Ametex puesto el ojo.
Cuando el presidente Morales anunció, en 2008, que expulsaría al embajador de USA en Bolivia, en una decisión próxima a la ruptura total de relaciones, el futuro de la empresa se ensombreció pues perdería el mayor mercado de consumo del mundo.
Las autoridades no se amilanaron y con la promesa de vender productos en Cuba y Venezuela empezaron a cultivar nuevos mercados. Con resultados efímeros. Aparte de las dificultades para convencer a los consumidores caribeños de comprar productos de lana, así fueran climatizados, sus gobiernos no podían pagar, menos aún equiparar las ventajas perdidas del mercado estadounidense.
Fue una quiebra con el anuncio escrito en la pared. Nadie se responsabilizó del colapso. Cuando el presidente dijo que el cierre de la empresa era irreversible pues daba pérdidas, hizo explícita una política.
No hubo quién diese el paso al frente para asumir culpas y emprender una corrección a fondo. Ahí yace una de las raíces de las protestas que derivaron en paros nacionales e inauguraron una Central Obrera Boliviana (COB) de cuño distinto que dejaba de ser aliada segura e incondicional del gobierno.
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