La noticia de perfil
La champa-guerra es lo mismo que una guerra civil, donde los combatientes somos los habitantes de este país, que nos enfrentamos “champas” para ejercitar nuestro valor, molestándonos los unos a los otros, pues estamos convencidos de que no podríamos hacerlo frente a enemigos extranjeros. Es una guerra entre nosotros que tampoco es para cambiar de gobernantes, sino una lucha permanente para vigorizar nuestros brazos y para ver quién gana en esta contienda, para dirimir quién friega más que otro. Hablábamos de esta guerra civil de corto alcance con mi discípula periodística, cuando le comuniqué haber recibido una invitación del Encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos para una recepción que se realizará hoy en la sede de la Embajada, alarmándose la cholita por mis aprestos para estrechar la mano de mis amigos norteamericanos, haciendo caso omiso de su advertencia en vista de encontrarnos en plena “champa-guerra”.
La mirada zahorí de la cholita valluna hizo que ella me explicara que todos los bolivianos nos hallamos combatiendo en la “champa guerra”, en la cual se combate en todos los frentes: en la Central Obrera Boliviana, en Enatex y en los malos manejos que se produjeron cuando la textilera estuvo manejada por el Estado y por el préstamo que concedió el Banco Central, sin olvidar de mencionarme que la COB se halla gozando aún del Poder, dirigiendo la Caja Nacional de Salud.
La honesta Macacha me dijo que casi nadie entiende esta “champa guerra”, una inédita guerra civil incentivada por bolivianos pobres que carecemos de dinero para adquirir cañones y tanques, aunque negociamos con coreanos y chinos por unas barcazas que nunca llegaron.
Sin embargo, a pesar de esta champa guerra, mañana haré llegar a la Embajada de los Estados Unidos mi cordial saludo y afecto por el Día de la Independencia que se celebra el 4 de julio.
Como lo cortés no quita lo valiente, después retornaré y seguiré luchando en la “champa guerra”, nuestra pequeña guerra civil. La única que está al alcance de los pueblos pobres como el nuestro.
Al finalizar esta crónica, quiero subrayar la valiente colaboración de mi discípula periodística y amorosa comadritay Macacha, sin cuya colaboración no podría seguir luchando en esta champa guerra, de la cual habla muy poco la prensa extranjera que se nutre de sangre y de terrorismo.
Nuestra champa guerra cuando habla de terror sólo menciona a algunos ministros porque nuestro Presidente está herido por una temporada, lo cual no impide que nuestra champa-guerra continúe.
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