Vincent A. Vos
El 5 de julio se reportó un incendio de magnitud en el Parque Tunari que afectó 100 hectáreas, recordándonos que ya estamos entrando en época de incendios. Resulta casi imposible imaginar el impacto de los 33 millones de hectáreas que Bolivia ha perdido por el fuego entre los años 2000 y 2014 (datos FAN). La superficie afectada incluye 10 millones de hectáreas de bosques, que implica que el país perdió una inconcebible cantidad de aproximadamente 5 mil millones de árboles, cientos de veces más de lo que se logra plantar con los diversos programas de reforestación.
Más allá de los árboles el fuego también destruye una enorme riqueza natural. La quema de un bosque implica la pérdida instantánea de casi toda su biodiversidad, que incluso si no se vuelve a quemar (que en la práctica es improbable) toma años en recuperarse. A través de la pérdida de hábitat, los incendios constituyen una de las principales amenazas para muchas especies de flora y fauna boliviana. Con la biodiversidad también se pierden las funciones ecosistémicas de estos bosques, incluyendo la prevención de riesgos climáticos, la mitigación del cambio climático, la contribución a los ciclos de agua y la provisión de suelos fértiles para la agricultura.
En los últimos años, los sectores productivos han expresado repetidamente su creciente preocupación sobre el impacto de los incendios sobre sus actividades económicas. En especial en la Amazonia, donde los bosques generan hasta más de 50% de los ingresos familiares, los incendios no solamente implican la pérdida de cultivos, pero también reducen el potencial productivo de castaña, madera y frutas silvestres. Incluso la pesca es afectada por la contaminación por las cenizas provenientes de los incendios.
Riberalta, en el norte del Beni, registró pérdidas anuales de hasta 91.000 Ha incluyendo 22.000 Ha de bosques altos (FAN 2011). Se estimó que esta pérdida de bosques implicó una reducción de Bs.15 millones en términos del potencial productivo anual de castaña en este municipio amazónico. Las pérdidas son mucho mayores si consideramos los adicionales impactos económicos, sociales y ambientales. Para este año se dibuja un panorama aún peor: luego de una breve época de lluvia en este momento las vegetaciones y cultivos ya fueron afectadas por la sequía.
Un estudio recientemente difundido por la Nasa y la Universidad de California confirma nuestras sospechas: este año la sequía en la Amazonia incluso supera las sequías del 2005 y 2010. Las sequías de estos años tuvieron un impacto grande sobre la producción agrícola, pecuaria y agroforestal en la región, y estudios científicos mostraron que incluso las vegetaciones naturales fueron afectadas severamente: los bosques amazónicos mostraron menor crecimiento y mayor mortandad de árboles a tal grado que perdió temporalmente su función como almacén de carbono (o pulmón del mundo).
En este contexto preocupante, este año diversas instituciones públicas y privadas del norte amazónico organizadas como Comité Interinstitucional Regional de Gestión de Riesgos y Prevención de Incendios reforzaron sus actividades. Bajo el liderazgo del Gobierno Autónomo Municipal de Riberalta, se realizaron una serie de actividades de control, mitigación, prevención y concientización para combatir los incendios forestales. Se ha mejorado la coordinación interinstitucional, el apoyo ha contribuido a que varias comunidades campesinas actualmente muestren experiencias promisorias de acciones para reducir las pérdidas por incendios y se destacan contribuciones valiosas de voluntarios como los jóvenes del grupo SAR. No obstante, la falta de recursos sigue siendo una enorme limitante.
Parece incomprensible que un municipio como Riberalta anualmente solo invierta Bs 300.000 en su Unidad de Gestión de Riesgos. En este sentido el reclamo de las organizaciones y miembros del “Comité Interinstitucional” es claro: para poder vencer el fuego y evitar las pérdidas millonarias, es necesario contar con una mayor inversión pública desde los diferentes niveles de gobierno, así como la conciencia y la ayuda de la población en general.
El autor es técnico de CIPCA Norte Amazónico.
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