Hernán Maldonado
Gary Prado Salmón era un joven militar aquel 7 de octubre de 1967 cuando al mando de una pequeña compañía capturó tras breve combate al guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara, el lugarteniente de Fidel Castro.
Guevara fue ejecutado al día siguiente por órdenes del alto mando militar. Casi todos los que tuvieron que ver con su captura y muerte fueron asesinados en Bolivia o en el exterior por comandos del autodenominado Ejército de Liberación Nacional, fundado por el Che.
El primero de ellos fue el campesino Honorato Rojas, a cuyos hijos el Che alivió de unas infecciones cutáneas, pero quien -contactado por el ejército- delató a la retaguardia de la guerrilla guevarista, comandada por el cubano Vitalio Acuña, y que fue aniquilada en Vado del Yeso.
En París fue acribillado el general Joaquín Zenteno Anaya, embajador de Bolivia en Francia y que fue comandante de la VIII División a la que pertenecía Prado Salmón. En Hamburgo fue muerto a tiros en su despacho consular el coronel (policía) Roberto Quintanilla, por la “elena” Mónica Ertl. Fue el que dispuso que se le cortara las manos al cadáver del Che para su identificación.
Los “elenos” que perseguían a Prado Salmón mataron a otro al confundirlo en una calle de Río de Janeiro. ¿Cómo es que vive hasta hoy? Pienso que el G2 cubano sabía del correcto comportamiento del militar boliviano aquella noche en que dialogó brevemente con el guerrillero herido.
Prado Salmón siguió en el ejército (alcanzó el grado de general) y quedó parapléjico por un disparo accidental de uno de sus hombres en los años 70 cuando comandaba un destacamento para sofocar una de las tantas rebeliones contra el gobierno del general Hugo Bánzer Suárez.
La sombra del Che lo siguió persiguiendo. El 2001 siendo embajador en México, un crítico literario, Alberto Hijar, durante un acto cultural al que Prado Salmón asistió en silla de ruedas, le arrojó un vaso de vino enrostrándole: ¡A la salud del Che. Asesino!
Por lo que sabe el G2 cubano y el testimonio del ex agente de la CIA, Félix Rodríguez (“Guerrero en las Sombras”), Prado no tuvo nada que ver con la muerte del Che y más bien el agente (que fue el primero en fotocopiar el Diario del Che) testifica en su libro el trato correcto del militar con el adversario derrotado.
Pero el odio y los deseos de venganza no estaban enterrados. El 2009 el gobierno de Evo Morales anunció haber liquidado a una banda de mercenarios extranjeros, encabezados por el boliviano-croata Eduardo Rozsa Flores, en lo que parecía una ejecución sumaria en el Hotel Las Américas de Santa Cruz.
Según el periodista Carlos Valverde (“Maten a Rozsa”) la masacre pudo evitarse ya que el mismo Morales admitió que estaba al tanto de las intenciones del grupo. ¿Por qué no se los detuvo? Así hubiéramos sabido quién los contrató, qué intentaban, escribe en su libro Valverde.
El resultado claro de la masacre fue que el gobierno, tras desatar una cacería monumental de opositores, anuló completamente a la oposición oriental y su supuesta intención separatista o independentista, algo que solo podía ocurrírsele a alguna mente enferma.
La farsa sangrienta produjo no solo exiliados y detenidos, sino procesados en un juicio amañado (tanto, que el fiscal Marcelo Soza, que fue el primero en organizar la tramoya, renunció asqueado de las vagabunderías y se asiló en Brasil).
El juicio empezó hace 6 años y hasta ahora no avanza ni retrocede. Prado Salmón está entre los acusados. La semana pasada casi a rastras lo llevaron al juzgado donde pasó de su silla de ruedas a una camilla. No puede sentarse por más de una hora por unas úlceras que han empezado a infectarse. “Falta poco para que me maten”, dijo.
Cuando Morales asumió la presidencia, sus más allegados, Antonio Peredo (hermano de Inti y Coco Peredo, lugartenientes del Che) y Alfredo Rada, entre otros “elenos”, le aconsejaron juzgar a Prado Salmón por lo ocurrido hace casi medio siglo. El 2011, la activista Marta Montiel, pidió a la fiscal Betty Yañiquez juzgar al militar por haber cometido “un crimen contra la humanidad”.
Prado Salmón sabe por qué se lo juzga injustamente, torturándolo, ante el silencio o indolencia de organismos que velan por los Derechos Humanos.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, el Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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