II
Ahora nos toca comentar acerca del segundo tópico de discusión abordado en la UPEA: La aplicación de litio en procesos de fusión nuclear. Al respecto, según relata un matutino paceño, el Vicepresidente habría llamado “a los rusos a enseñar a los profesionales bolivianos la investigación en Energía de Fusión tomando (en cuenta que) Bolivia tiene potencial en litio, la materia prima de esta energía”, insistiendo más adelante: “Vamos a invertir 300 millones de dólares, no es una represa más. Nos tienen que enseñar el estudio de la investigación en la Energía de Fusión. Estamos interesado en la Energía de Fusión porque usa litio y nosotros tenemos litio”.
No obstante, el Vicepresidente no parece haber reparado en que existe un mundo de diferencia entre la fisión nuclear (lo que se desarrollará en el centro de investigación alteño) y la fusión nuclear (lo que el Vicepresidente solicitó a los rusos que nos enseñaran). Hubiera querido ver la cara de sorpresa de los científicos rusos ante la insólita alocución vicepresidencial que, me imagino, en el mejor de los casos, les sonó como si se tratara de un ruido extraño.
Hace poco más de 23 años y medio escribí por primera vez sobre esta temática. Lo hice en un artículo publicado en el extinto periódico “Hoy” para referirme a la demora en la implementación del proyecto de fusión nuclear ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor, en inglés) en Francia que, en mi opinión, habría dirigido al mundo a un retraso tecnológico (traducido en una demanda mundial más bien moderada de litio) que duraría entre 20 y 30 años. En abril de 2014 volví a tocar esta materia en otra contribución, esta vez a EL DIARIO, a propósito de la noticia de que un niño de 13 años de Inglaterra había sido capaz de construir un reactor de fusión nuclear en su escuela.
Si bien Rusia forma parte del selecto grupo de potencias (junto con China, la Unión Europea, India, Japón, Corea del Sur y Estados unidos) que apoyan el ITER, no se puede decir que es poseedora de una tecnología en particular que pudiera ser transferida a Bolivia. Es más, solicitar a RosAtom, una de las empresas líderes en energía atómica (a través de procesos de fisión nuclear) en el planeta que nos enseñe fusión nuclear resulta casi como pedir a una compañía fabricante de automóviles que nos capacite en la construcción de aviones de guerra.
Conviene anotar que el mayor desafío de la fusión nuclear consiste en el desarrollo de un proceso capaz de generar más energía de la que se utiliza para su activación. Es el proceso a través del cual el sol trabaja para generar energía. Todavía en su fase experimental, ésta ocurre cuando dos clases de átomos de hidrógeno (deuterio y tritio) se fusionan a grandes velocidades, formando nuevas moléculas atómicas conocidas como plasma iónica, donde el deuterio se puede obtener del agua del mar y el tritio, a partir del isótopo 6 del litio.
En un reciente informe, el Departamento de Energía de Estados Unidos si bien reconoce el inmenso potencial científico del ITER, también considera que tomará tiempo determinar si finalmente será exitoso, razón por la cual sugiere que el país del norte continúe apoyando tal multibillonaria iniciativa sólo hasta 2018, año a partir del cual se debería reevaluar esta posición.
Más allá de sesgos ideológicos, a los que nos ha tenido acostumbrados en la última década, quizás sería bueno que, esta vez y en función de los intereses nacionales, el Vicepresidente instruya a la flamante Agencia Boliviana de Energía Nuclear Nuclear (ABEN) que empiece a investigar sobre el reciente descubrimiento científico tecnológico alcanzado por Lockheed Martin Skunk Works, una de las compañías estadounidenses más importantes del mundo en los campos aeroespacial, defensa, seguridad y tecnologías avanzadas, que sugiere el desarrollo de un reactor de fusión nuclear extremadamente pequeño, como para caber en un camión, capaz de proveer suficiente electricidad para una ciudad reducida de máximo unas 100.000 personas.
El autor es Analista de la Economía del Litio.
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