Un balance de la huelga general y movilización de los obreros en tres jornadas, en semanas pasadas, se puede sintetizar en que la Central Obrera Boliviana (COB) es una cosa y el movimiento obrero nacional otra, son entidades muy diferentes. En efecto, la evolución de las acciones que protagonizó la clase obrera en últimos meses, revela cambios no solo en cuanto a aspectos numéricos, sino especialmente de cualidad sustancial, los mismos que siguieron un curso de gran intensidad y velocidad.
Una calma chicha marcaba la situación desde que hace alrededor de un año la COB se convirtió en furgón de cola del Gobierno, a título de un supuesto “poder dual” o doble poder, fenómeno político no extraño en Bolivia. Sin embargo, ese mar de tranquilidad estaba sostenido por débiles lazos que se rompieron fácilmente cuando el gobierno de Evo Morales decretó el cierre de la empresa estatal Enatex, la destitución de alrededor de mil obreros y algunas amenazas. Es más, simultáneamente, al tiempo que se rompió esa alianza COB-Gobierno (que hace una campaña sistemática contra el sistema capitalista), el mismo Gobierno acordaba un pacto de acción conjunta con los empresarios capitalistas del país y representantes de la Confederación de la Empresa Privada.
Esos aspectos, en particular el caso Enatex y la ruptura de la alianza COB-Gobierno, originaron la declaratoria de huelga general de varios días durante dos semanas en tres etapas, cada vez más agresivas, que se fueron convirtiendo en actos insurreccionales. Entonces, para completar su viraje, el régimen de la alianza COB-Gobierno emprendió enérgica represión con armas de guerra, balines y gases a los obreros movilizados en La Paz, Oruro, Cochabamba y Santa Cruz, con saldo de heridos, detenidos, etc.
Las acciones de hecho y no simples proclamaciones líricas de la clase obrera fueron un paso para independizarse de la tutela del Gobierno y luchar por sus propios intereses. A la par, adoptando una nueva posición, empezó a arrastrar tras de sí a otros movimientos sociales de pequeños empresarios que se inclinan fácilmente hacia quien está en posición más fuerte y decían que apoyaban hasta la víspera, aspecto que podría ir acentuándose dentro de la nueva relación de las fuerzas políticas que existe en el país y que se definió, entre otros, con motivo de la derrota electoral que sufrió el partido gobernante en el referéndum del 21 de febrero y cuya posibilidad de ser modificado por otro referéndum es cada vez más remota a medida que pasa el tiempo.
La nueva realidad política del país revela que la primitiva alianza de los movimientos sociales ha terminado su ciclo de vida y dio paso a que cada uno de sus integrantes, una vez cumplidos grandes objetivos, marche por su lado y empiece a luchar por sus intereses concretos, casi todos ellos olvidados y hasta rechazados por el partido de gobierno.
El resultado más notable de esa nueva realidad es que existe una diferencia abismal entre la COB y la clase obrera y que ahora es necesaria una nueva Central obrera con exclusiva participación de obreros, en el verdadero sentido de la palabra, mientras, por otro lado, podría seguir existiendo la vieja COB como organismo de pequeños empresarios y capitalistas, gremiales, campesinos parcelarios, etc. que bien pueden firmar pactos y alianzas, inclusive con el gobierno.
Finalmente, se podría considerar que la vieja COB dejó de existir, por lo que quedaría decir “¡La COB ha muerto! ¡Viva la COB!
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