Un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que países de América Latina se encuentran frente a la inminencia de que una de cada tres personas -con economías que relativamente superaron la pobreza-, estarían en vísperas de retornar a la pobreza. “Estimamos que existe una población entre 25 y 30 millones de ciudadanos que se encuentran hoy en vulnerabilidad de caer en la pobreza. Esto significa que una de cada tres personas que salieron de la pobreza en los últimos quince años pueden volver a la misma”.
Naciones Unidas sostiene que en los últimos 15 años “América Latina ha experimentado las mayores cuotas de bienestar de su historia, debido al crecimiento económico, a buenas políticas gubernamentales y a los múltiples subsidios que se crearon para los más necesitados”. Sin embargo, dice el informe, “entre 2015 y 2016 aumentó el número absoluto de pobres, por primera vez en 10 años debido a que Latinoamérica se sumerge en un período de retracción económica y aumento del desempleo, lo que amenaza al deterioro de algunos de los logros alcanzados en materia de bienestar social y pública”.
Lo grave de esta situación que se traduce en menores inversiones, menor creación de riqueza y, consiguientemente, más desocupación por el excesivo desempleo que se produce y todo debido a que los países que han alcanzado altos índices de ingresos no han sabido aprovechar debidamente el período llamado de “vacas gordas” para crear riqueza, para incentivar inversiones, para cumplir con su sector privado y, si posible, cooperar con él con miras a conseguir un desarrollo armónico y sostenido. La recesión económica se traduce, a partir de este año 2016, en menos producción, mayor inflación, menos capacidad para ofrecer empleo y, por supuesto, más condiciones para que la pobreza haga estragos muy grandes.
El grave error de las autoridades económicas ha sido el ver fantasías en la economía, creer que estamos mejor que Suiza y países muy desarrollados, que somos ejemplo de producción y generación de riqueza cuando en realidad -categórica y terminantemente- todo se cifró en fantasías e ilusiones momentáneas que el tiempo de pocos meses se encargó de despejar y mostrando verdades no esperadas pero que estaban en las puertas. Si no se aprovecha el auge de contar con más dinero en invertir, atraer inversiones, garantizar el trabajo realizado por la empresa privada, no crear gastos extraordinarios que atenten contra la economía empresarial y se evitan derroches fantasiosos e inservibles, hoy se contaría con una economía más o menos capaz de enfrentar debidamente a la crisis y no retrotraer condiciones de gran pobreza a personas que tampoco han aprovechado debidamente los dineros excedentes percibidos durante unos años.
Bastaría ver qué hacen los vecinos y otros países del continente para, en lo posible, imitar conductas y políticas económicas que permitan austeridad, garantías para las inversiones y el trabajo, reducción de gastos superfluos, atender prioritariamente los rubros de educación y salud para compensar, siquiera en parte, políticas de derroche en que se incurrió, solo así se habrá frenado, por lo menos en parte, la inminencia de ser más pobres.
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